Indice:
Introducción
La evolución de los Estados hasta el s.XVIII e inicio del s.XIX
El Romanticismo
El nacionalismo romántico. La primera oleada de nacionalismo.
El nacionalismo integral.
El Nazismo, el Fascismo y el Neo-fascismo.
El nacionalismo y los movimientos descolonizadores.
El nacionalismo y el socialismo.
La última oleada de nacionalismo.
La Revolución Francesa acabó con el Antiguo Régimen (Monarquías dinásticas), transfiriendo el origen de la soberanía a los ciudadanos; el término "nación" se refiere al conjunto de ciudadanos.
Basado en este principio auspiciado por la Ilustración, se inicia la transformación de los más antiguos estados de Europa (Francia, Inglaterra, España).
Bajo el influjo del Romanticismo (Reacción contra la Ilustración, contra la razón y fascinación por los "sentimientos", la sencilla vida campestre y popular, idealizadas), y procedente del área germánica, se difunde un concepto totalmente distinto de nación: la "nación esencialista", basada en la etnia, la lengua, la cultura y la historia. En éste contexto tiene lugar la unificación (creación) de Italia y Alemania.
El cambio de sociedad provocado por la Revolución Industrial puso en marcha el proceso de unificación cultural, lingüística, y de difusión educativa de los Estados, para adecuarse a las necesidades del nuevo modo de producción que la incipiente industria, y el capitalismo, requerían.
Las crisis asociadas al rápido, y profundo, cambio en la sociedad (movilidad de las personas, ruptura de solidaridades tradicionales, otro sistema de valores) alumbraron la radicalización de los localismos como reacción ante un mundo nuevo. La expresión de esa resistencia fue el "nacionalismo integral".
La fórmula del nacionalismo integral es la que ha perdurado hasta hoy, es la única que conocemos, y ha provocado las dos guerras mundiales así como numerosos otros conflictos de menor extensión (pero de igual violencia y criminalidad); cuando ha alcanzado el poder ha producido regímenes aberrantes como el nazismo y el fascismo, con los que hemos de identificar al nacionalismo, ya que es su único fundamento.
En el momento actual, el nacionalismo (es decir el neo fascismo) repta entre la democracia vaciándola de contenido, penetra sigilosamente en todos los movimientos sociales y aparenta enfrentarse a la llamada "globalización" (con la "defensa de las culturas amenazadas" ¡otra vez lo mismo!), pero realmente opera en sentido contrario, pues actúa como palanca disgregadora de países, favoreciendo claramente los fines y estrategias de los grandes conglomerados económicos, para quienes los Estados son obstáculos insuperables.
La evolución de los Estados hasta el s.XVIII e inicio del s.XIX
Suele considerarse este período comprendido entre la Revolución Francesa y buena parte del s.XIX, hasta el apogeo del romanticismo, como el del "protonacionalismo", o del "primer nacionalismo".
La legitimidad de los antiguos estados procedentes de la Edad Media y el Renacimiento, se basaba en los derechos dinásticos y en el apoyo explícito de la Iglesia.
La superación del mundo feudal fue un proceso lento en el que las monarquías estaban atrapadas entre la maraña de complejidades que los fueros y privilegios medievales habían tejido a su alrededor impidiendo su fortalecimiento. Finalmente lograron consolidarse reinos fuertes y con ello nació el Estado moderno cuyas transformaciones progresivas hasta el Estado público ocuparon hasta bien entrado el s.XIX.
Esos estados eran unidades geográficas con muy poca cohesión interna, las relaciones interterritoriales complejas y la heterogeneidad (cultural, étnica o lingüística) intensa, aunque también lo era el proceso de mezcla y fusión. Pero esa heterogeneidad no creaba ninguna inestabilidad, más bien al contrario, en unas sociedades agrarias y estamentales, los factores diferenciadores visibles, afirmaban la posición de cada individuo en la sociedad.
La Ilustración impulsó la necesidad de racionalización, de supresión de privilegios territoriales o sociales, el establecimiento de un sistema de leyes y derechos iguales para todos, y la centralización administrativa.
En consecuencia aparecieron los "despotismos ilustrados". Pese a las novedades, los regímenes eran opresivos, y el pueblo llano carecía de todo tipo de representación; vivía por completo al margen.
La Revolución Francesa introdujo el nuevo concepto de legitimidad del Estado basada en la "soberanía popular" de la que era depositario. Así, los individuos alcanzan la categoría de "ciudadanos" iguales, dando lugar a la primera idea de nación, como manifestación libre de esa voluntad popular alejada por completo de cualquier referencia a identidades colectivas ni etnicismos.
Ciudadanía y nacionalidad coinciden y los límites de la nación no se basan en la lengua ni en la tradición sino en la aceptación de los principios constitucionales del Estado público. La Revolución Francesa impulsó el francés como idioma común, eliminando totalmente las demás lenguas locales como un medio de asegurar la igualdad y permitir a todos el acceso igual al conocimiento y a las posibilidades del nuevo Estado, y también, como medio para evitar la reproducción de los viejos privilegios y barreras (tanto sociales como geográficas).
La pertenencia a la nación no era un hecho natural, sinó completamente artificial: la libre adhesión.
Ese primer "nacionalismo" (palabra que no se utilizó hasta muchos años más tarde) fue el motor de la transformación de los Estados dinásticos del Antiguo Régimen, favoreció los procesos impulsados por los estados para unificar territorios y población dentro de los nuevos principios constitucionales y como consecuencia produjo la integración de los individuos en unidades más amplias y abiertas que el pequeño localismo en el que se hallaban inexorablemente encerrados.
En conjunto la labor de ese primer nacionalismo vinculado a ideas liberales y democráticas ha sido considerada positivamente. Hay que resaltar que los nuevos Estados siguieron siendo culturalmente heterogéneos si bien no se debe olvidar que, por lo menos en Europa, no han habido comunidades aisladas ni por lo tanto "culturas singulares y propias"; en esa primera etapa no se pretendían procesos homogeneizadores de identidades.
Ese nacionalismo realmente tenía un rostro amable, definía a todas las naciones iguales y apoyaba solidariamente la emancipación de todas las naciones. Los profetas de la emancipación (Herder, Mazzini, Ypsilantis, Dabrowsky, etc.,), no obstante, empezaban a derivar hacia concepciones más extremas (Herder), y hacia 1850 se empezaba a percibir el influjo del Romanticismo.
A pesar de su benignidad, el nacionalismo, muy pronto decepcionó. Su aparente solidaridad "internacionalista" faltó por completo, y el mundo feliz y armónico soñado por Mazzini fue realmente un mundo de colisiones y guerras abiertas entre "intereses nacionales" antagónicos. El mundo resultante fue tan belicoso y violento como lo había sido con las monarquías o aún más.
Este movimiento cultural apareció a finales del s.XVIII; no se trató de un simple movimiento artístico sinó que tuvo consecuencias políticas y sociales que se difundieron muy rápidamente por Europa; los rasgos que nos atañen son: el énfasis en el sentimiento y la intuición, devoción por lo único, lo particular, por la tradición. En consecuencia se produjo un gran impulso en el estudio y difusión de las lenguas locales, la recuperación e invención de las tradiciones y el folklore y la reelaboración conveniente de la historia local hasta lograr poner en circulación el mito de la nación.
Toda ésta actividad fue llevada a cabo, naturalmente, por los intelectuales, maestros, profesores y periodistas, es decir las incipientes clases medias (instruidas) de la época cuyas posibilidades de ascenso social estaban cerradas. La difusión de la imprenta facilitó la labor de divulgación de toda esa actividad y multiplicó su influencia social, aún así, hay que decir que el trabajo de todo ese activismo cultural se había producido durante bastantes años antes de su irrupción pública.
Esas "recuperaciones" de la Edad Media, de los popularismos campesinos etc., condujeron fatalmente a concepciones tales como: el "espíritu del pueblo", los caracteres nacionales, las culturas nacionales etc., desembocando finalmente en el "nacionalismo romántico". El origen y principal foco difusor de éstas concepciones está en el área germánica.
Con el Romanticismo la irracionalidad entró en la vida política y social.
El nacionalismo romántico. La primera oleada de nacionalismo.
Los anteriores procesos de modernización y unificación de los Estados pueden considerarse una primera fase del nacionalismo pero sólo en el sentido en que paralelamente se iban aproximando al incipiente modelo romántico (el cambio no fue brusco). Herder, Fichte, von Stein, Moritz, Mickiewicz, Palacký y otros se aplicaron a propagar la idea esencialista y eterna de la nación, a la que no se pertenece por deseo sinó por nacimiento y etnia.
Ahora se trata de "otra nación" completamente distinta de la que se derivó de la Revolución Francesa.
A la "soberanía popular" basada en el pueblo real, se contrapone una concepción del pueblo (Volk) que sólo se manifiesta a través del "espíritu del pueblo" (Volkgeist), y comprende tanto a los muertos como a los no nacidos aún, es decir se trata de un "pueblo" intemporal (no depende de los presentes) y es como un organismo vivo que permanece a lo largo de la historia mientras que las gentes pasan. La nación, a su vez, es concebida como un hecho aislado de las demás, la historia es historia propia y desconectada de las otras, la cultura es una realización exclusiva y única de la nación, es un designio.
Los nacionalistas de esa época solían hablar del "despertar" de las naciones, "realidades" adormecidas por la opresión de Estados ajenos. Los desveladores de naciones partían de la suposición de que la preexistencia de una nación podía asegurarse si se daba la existencia de una lengua compartida, y de que la uniformidad lingüística era la condición previa para la existencia de una nación-Estado: las fronteras lingüísticas eran las fronteras naturales de ese Estado.
La lengua fue elevada a la máxima categoría: es el factor cultural clave de diferenciación entre naciones y símbolo de identidad, es la única lengua en que cada persona puede realizarse auténticamente, y es la piedra de toque para afirmar la existencia de una nación (lo que automáticamente le confería derecho a tener su Estado propio).
La unificación de Italia en 1860 y la de Alemania en 1861 ya tuvo lugar bajo estas nuevas concepciones de la nación. De hecho no reunían ninguna de las condiciones mencionadas, particularmente carecían de una lengua común, pero sí tenían un pasado histórico sobre el que inventar la nación.
Bien, éstas son las fantasías que los nacionalistas dicen creer, o más bien, que describen cómo les gustaría que fuese el mundo. Tratar de convertir delirios en realidades, forzar la realidad para que encaje en esos esquemas es el origen de la violencia asesina del nacionalismo.
La realidad fue, y es, muy distinta. Ni los Estados existentes que se nacionalizaron, un poco bajo el influjo de esta doctrina, contenían las homogeneidades esenciales en ningún aspecto ni, lo que es peor, tampoco las contenían las "naciones" que "despertaron" y se formaron en ese contexto (guerras revolucionarias del s.XIX, Convención de Viena de 1815, y posteriormente I Guerra Mundial).
Los procesos por los que los Estados se transformaron en estados-nación, obedecen al cambio en la estructura de la sociedad forzado por la "extensión del industrialismo" y el nacimiento del "capitalismo". La sociedad agraria se transformó en sociedad tecnológica, y las mejoras en el nivel de vida estuvieron relacionadas con el desarrollo de procesos productivos y la acumulación de tecnología.
La nueva manera de trabajar exigía formación académica (la sociedad agraria no), movilidad de las personas, interrelación compleja entre ellas, y todo ello exigió de los estados el establecimiento de un sistema general de educación, un lenguaje común y la extensión de un sistema cultural desarrollado, maduro y en buena parte depurado de tradicionalismos localistas. Además, el Estado para favorecer el desarrollo de la incipiente industria, y el crecimiento económico, en teoría del "conjunto", tenia que crear y proteger el mercado interior (o mercado nacional), tanto de los productos extranjeros, como de las trabas administrativas internas heredadas del pasado feudal así como perfeccionar y armonizar el sistema impositivo de forma que pudiera emprender las grandes obras públicas (ferrocarriles, puertos, carreteras etc.,) necesarias para facilitar la operación de la industria. Toda esta actividad fue perfilando las características del nuevo estado-nación.
De este modo el Estado creó las condiciones para la nación, tanto si se mantuvo en el límite civil y ciudadano, como si pudo servir de base al fundamentalismo nacionalista.
Al propio tiempo, el nuevo sistema propició la aparición de una nueva y extensa clase social: el "proletariado", las masas de trabajadores ajenos a la propiedad de los medios de producción (instalaciones, maquinaria, etc.,) cuyas condiciones de vida inicialmente fueron absolutamente miserables. Pronto los trabajadores, por el hecho de estar concentrados en las zonas fabriles, empezaron gradualmente a adquirir conciencia de su estado de explotación y de su fuerza, surgieron así las primeras organizaciones obreras bajo la forma de sindicatos, alianzas, y partidos políticos, como medios de defensa de sus intereses dando lugar al "socialismo", nueva ideología para la nueva sociedad.
La fuerza y peligrosidad de las reivindicaciones obreras amenazó a la estabilidad de los estados, quienes encontraron en las doctrinas nacionales una forma de cohesionar a la sociedad y paliar el fraccionamiento y antagonismo social.
Hay que señalar que el mundo obrero, el mundo del trabajo, no era en absoluto sensible a las tonterías esencialistas de los nacionalistas: ni las lenguas, ni las culturas, ni la historia, tenían relación con su mundo, ni con su verdadera "cultura", la que se iba creando en el mundo del trabajo; por consiguiente, más que identificarse con la nación eterna, con lo que inicialmente se identificaron fue con los trabajadores de las demás naciones, con quienes sí compartían experiencias y necesidades actuales y reales (no eternas) .
El nacionalismo jamás arraigó (significativamente) en el mundo obrero; siempre fue, y es, expresión de las clases medias que tienen cerrados los caminos al ascenso social, y en cambio, se ven amenazadas de descenso social en los sistemáticos períodos de crisis económica que se producen.
Así pues la transformación de los estados no es producto del nacionalismo, sinó de las transformaciones sociales que impuso la modernidad con el industrialismo. El mayor o menor recurso al nacionalismo, una vez alcanzada la integración requerida por el nuevo contexto, pudo tener una mera finalidad legitimadora.
Fueron, pues, los Estados quienes hicieron a las naciones, no al revés; las naciones no tienen existencia previa, inmemorial, según la pretensión nacionalista.
El nacionalismo no "despierta" naciones adormecidas, las inventa.
Hacia el final de esta etapa (aproximadamente 1870) nos encontramos con:
estados-nación próximos a la "nación de ciudadanos"
estados-nación étnicos según el modelo germánico (romántico)
"naciones sin estado". En la terminología del modelo germánico a cada nación debería corresponderle su estado, mientras que según el modelo de la nación de ciudadanos, no existen naciones sin estado (puesto que la nación es una creación del Estado).
Aceptar la denominación de "naciones sin estado" es aceptar, plenamente, las tesis románticas, étnicas y culturalistas de la identidad y de la pertenencia. Esta denominación es debida a Hegel, empezaron a utilizarla, para referirse a sí mismos, movimientos que no lograron hacerse con un Estado, y aunque no sea aceptable, con el tiempo ha logrado permanecer (lo cual indiscutiblemente es un exito del nacionalismo) pues realmente responde a realidades tangibles que han creado, y están creando actualmente, intenso malestar, inestabilidad social, y violencia, en numerosos lugares del planeta.
Ya hemos dicho que el mundo nacionalista no era pacífico, en los años anteriores a la 1ª Guerra Mundial, en Francia, el desasosiego social por la crisis económica y la frustración por la reciente guerra franco-prusiana, eran notables (otras poblaciones, por razones análogas, experimentaban la misma inquietud), en ese contexto enraizó la concepción del nacionalismo que Charles Maurras propuso como ideología de salvación nacional, y que simplemente llevaba a sus últimas consecuencias los contenidos del nacionalismo romántico, lo llamó "nacionalismo integral" (otros autores suelen denominarlo nacionalismo reaccionario, de derechas, extremo, ultranacionalismo, etc., pero en realidad el nombre original es el correcto, no hay que buscarle más significaciones, pues el nacionalismo romántico ya contiene en sí mismo las semillas de la transgresión y el crimen).
El nacionalismo integral define a su nación como la "única y absoluta", no en plano de igualdad con las demás a las que ignora e incluso niega (y por tanto no reconoce a todos el derecho a profesarlo), rechaza todo compromiso ético o moral en la actuación de la nación (solo es ético lo que sirve a la nación y a su poder; sin límites) y no concibe el mundo como una armonía de naciones sinó todo lo contrario, como una lucha constante de la que saldrá vencedor el fuerte (como en el reino animal). El compromiso y la subordinación del individuo con la nación son absolutos. La religión debe sustituirse por el culto místico a la nación, a la tierra y a los muertos (Barrès).
Suele decirse que el nacionalismo integral se desarrolló en estados-nación recientes, donde el nacionalismo romántico había sido profundamente asumido, y no estando situados en la primera posición del desarrollo industrial y carentes de un "imperio" colonial, desarrollaron un complejo de inferioridad que exacervó su nacionalismo a niveles agresivos y expansionistas.
Antes de los influyentes escritos de Maurras y su organización radical Action Française, ya existían, en diversos lugares de Europa, particularmente en Alemania, asociaciones nacionalistas que manifestaban y propagaban ideas de éste tipo, que, por otra parte, tampoco están tan alejadas del nacionalismo romántico.
El Nazismo, el Fascismo y el Neo-fascismo.
La 1ª Guerra Mundial fue un producto del nacionalismo, y al término de la misma, las potencias vencedoras, encabezadas por los USA reestructuraron el mapa de Europa, y colonias, de acuerdo con el plan del presidente Wilson que basado en el principio de las nacionalidades desmembró el Imperio Austro-Húngaro y el Otomano. Se crearon numerosas naciones en Europa con la pretensión de obtener estados étnicos homogéneos.
Tal pretensión no era ingenua, era maligna. Todos los estados creados contenían tantas minorías como el Imperio Austríaco del que procedían y en el que habían coexistido pacíficamente, a excepción de la agitación promovida por los nacionalistas.
El Imperio Austríaco no había sido una "cárcel de pueblos" como se le suele llamar, en cambio las pequeñas naciones resultantes sí lo fueron (y lo siguen siendo), a la "paz" de Wilson sucedieron inmediatos y sangrientos procesos de limpieza étnica, con millones de muertos (más que en la propia guerra), deportaciones, expulsiones y las pocas minorías que quedaron sufrieron una represión salvaje. La paz de las "naciones", felices con su identidad y su homogeneidad étnica, fue la paz de los cementerios.
La culpabilidad de este salvajismo hay que atribuirla directamente a Wilson, como impulsor de la inmoral sustitución de los derechos de las personas por los derechos de los pueblos, y la deificación de entelequias abstractas como la nación y la étnia, en lugar de haber apoyado principios de convivencia civiles y democráticos.
Los rescoldos de la guerra siguieron abrasando a Europa: crisis económica, resentimientos, violencia, desorientación y desesperanza fueron ingredientes que favorecieron la rápida radicalización de los nacionalismos hacia la variante integral y el desprecio por la democracia.
El nacionalismo integral no arraigó en Francia, sinó en Italia y en Alemania, con mayor fuerza que en cualquier otra parte. En Italia de una manera paradójica, lo hizo a través del sindicalismo revolucionario; cuando éstos se fusionaron con la ANI (Asociación Nacionalista Italiana) dejaron de ser revolucionarios y sindicalistas; siguiendo la propuesta de Barrès pretendieron realizar el "socialismo nacional", y lo que resultó fue el Fascismo ("Gaulois" lo dejó bien claro: nacionalismo +socialismo=fascismo). En Alemania el proceso fue menos lírico, directamente el nacionalismo integral impregnaba a todas las asociaciones patrióticas, todo lo demás son detalles acerca de cómo el pequeño partido NSDAP (coloquialmente llamado "nazi") logró emerger bajo el liderato de Hitler y hacerse, democráticamente, con el poder para inmediatamente demoler la democracia. Sobre las barbaridades de éstos regímenes, especialmente el alemán, no hace falta añadir nada más.
El final de la 2ª Guerra Mundial, que acabó con los regímenes nazi y fascista y muchos otros del mismo estilo que recubrían toda Europa, aparentemente, también acabó con su fundamento doctrinal: el nacionalismo. Pero el desplome del comunismo, la desaparición total de la llamada "izquierda" (aunque algunos aún conservan el nombre, pero sólo el nombre), ha revelado que no es así, el nacionalismo ha rebrotado con una fuerza inusitada.
Este nacionalismo que es la prolongación histórica del anterior, ha hibernado 40 años agazapado en su caverna, y aunque conserva las convicciones profundas del nacionalismo integral, ha aprendido lo que conviene para ser respetable: evita la apariencia radical (excepto el nacionalismo vasco que ya se ha descubierto), habita pacientemente en la democracia y cuando obtiene el poder, discretamente, la va vaciando de contenidos, cuando se siente atacado recurre al lloriqueo, pero se infiltra en todo, lo corrompe todo, pervierte el lenguaje, utiliza la violencia descarada o encubiertamente,... se trata del neo-fascismo. El neo-fascismo no son los grupos de skin-heads con sus banderas y cruces gamadas que no pasan de ser más que meras expresiones nostálgicas en el mejor de los casos.
Al finalizar la guerra, en las poblaciones autóctonas de las colonias se desarrollaron movimientos encaminados a liberarse de las potencias coloniales europeas, tanto en Asia como en Africa; el vehículo lo constituyeron las propias ideologías y elementos culturales europeos, particularmente el nacionalismo que en principio parecía ajustarse bien en cuanto se trataba de señalar el límite entre el autóctono y el "blanco". Una vez conseguida la independencia, las cosas no han ido tan bien. Los países resultantes no son objeto de la teoría nacionalista ni mínimamente, y, a pesar de todos los intentos, no hay historia común que inventar, ni es posible invocar ningún criterio étnico salvo para producir incontables masacres.
La mayor paradoja imaginable se ha dado en esos procesos de descolonización. Puesto que los territorios de las naciones resultantes no corresponden a niguna entidad anterior, sinó que son consecuencia del reparto territorial colonialista, incluyen la mayor variedad étnica posible, ésto ha llevado a los líderes independentistas a atacar a todas las manifestaciones étnicas, culturales o lingüísticas ¡como obstáculos para la creación de la conciencia nacional!. Es difícil imaginar cómo a partir del nacionalismo se puede llegar a una conclusión antinacionalista, y por otra parte esa misma razón, comunmente aceptada para Africa y Asia, es negada a los estados europeos acosados por el nacionalismo.
Por lo tanto la situación es ambigua, pues se recurre al sentimentalismo nacionalista (siempre dispuesto a apoyar a la "liberación de los pueblos"), pero se siguen los procesos no nacionalistas, europeos, según los cuales son los estados los que crean las naciones integrando población y territorios, con el resultado de que esas naciones en Africa son consideradas legítimas, pero en Europa no. Vemos también aquí una muestra más de la mistificación y falsedad de todo cuanto se relaciona con el nacionalismo.
A pesar de las notables diferencias entre unos y otros, el rasgo que tienen en común es que se han sustituido a unas elites dominantes por otras de origen local intimamente relacionadas con la potencia colonial.
El nacionalismo y el socialismo.
En principio, el marxismo, y los movimientos basados teóricamente en él, han sido siempre ajenos al nacionalismo. La 1ª Guerra Mundial demostró la capacidad real del nacionalismo y del Estado-nación para atenuar, e incluso anular, los antagonismos de clase y producir una movilización total. Esto modificó un tanto el punto de vista marxista reconociendo la nación como estructura social básica; el marxismo identificó la nación con el Estado-nación sin admitir que fuese consecuencia de ninguna singularidad (ni étnica, ni cultural, etc.,) sinó por la propia constitución del estado. Consecuentemente apoyó a los estados nacionales como marcos adecuados para el rápido desarrollo del capitalismo que habría de conducir necesaria y directamente al socialismo. El socialismo en general consideró progresistas a los estados y reaccionarias a las pequeñas nacionalidades (lo que sería confirmado por las historias particulares de cada una de ellas).
El internacionalismo, como posición básica del mundo socialista, fue socavado por diversas corrientes (Otto Bauer, Karl Renner austromarxistas, E.Bernstein en Alemania, y Jean Jaurès en Francia) pero encontró también defensa en los más lúcidos revolucionarios como Rosa Luxemburg (que siempre denunció el carácter ambiguo del nacionalismo y su realidad como telón que oculta los verdaderos intereses económicos de las clases dominantes) para quien la "nación" de los nacionalistas no existe realmente.
Lenin por su parte permaneció básicamente en la línea internacionalista, pero adoptó una orientación pragmática al aceptar el nacionalismo cuando pudiera ser utilizado como instrumento revolucionario. En consecuencia, los intereses nacionalistas no debían nunca obstaculizar o anteponerse a los intereses revolucionarios (precisamente lo contrario de lo que sucede: se utiliza la retórica marxista y de izquierda, pero prima y finalmente sólo queda el nacionalismo, tal son típicamente los casos de ETA en España, y de los partidos socialista y comunista (desaparecidos) en Cataluña; una vez más el nacionalismo lo corrompe todo).
De cualquier modo, el internacionalismo obrero fue barrido de un modo absoluto con la guerra. Esa fue la primera ocasión para ponerlo a prueba así como a los contenidos de la "izquierda", con el devastador resultado de que ésta se olvidó de todo menos de anteponer los intereses nacionales a los "verdaderos intereses de clase".
Hacia los años 1960/70, en Europa, percibiendo ya el "movimiento de izquierda" su fracaso total, en un intento de recuperación de protagonismo, o de liderazgo popular, se lanzó con entusiasmo a la "causa" que en aquellos momentos surgió en los movimientos de descolonización del Tercer Mundo, fundiendo en ellos la ideología marxista y revolucionaria con las bases del nacionalismo. El resultado, reimportado a Europa (Franz Fanon, etc.,), inspiró a numerosos movimientos nacionalistas con vocación revolucionaria (IRA, ETA, etc.,) aunque en el sentido opuesto al que en su momento propuso Lenin; los intereses nacionalistas se anteponen a cualquier consideración social.
La última oleada de nacionalismo.
El hundimiento final de la Unión Soviética dejó todo esto de lado y ha reaparecido el nacionalismo tal cual es, causando su descomposición y dando lugar a una cadena de reacciones (además de Estonia, Letonia, Lituania, Ucrania y Bielorusia, antiguos aliados de Alemania, hay que incluir Georgia, Azerbayán, Armenia, Chechenia y sus subdivisiones, la descomposición de Yugoeslavia en Eslovenia, Croacia, Bosnia, Servia y ésta a su vez desmembrada de Kosovo, Montenegro, Macedonia amenazada también de desmembración e invasión por Albania, partición de Checoeslovaquia, obra del nacionalismo más excluyente) produciendo una gran inestabilidad en todo el Este europeo ya que, teniendo en cuenta la irracionalidad de todos esos procesos dada la intensa mezcla étnica, cultural y lingüística, que hay en toda el área, las necesarias limpiezas que siguen son durísimas.
La intranquilidad no sólo aparece en esas zonas, también en Europa occidental, en Estados antiguos, con larga tradición histórica y aparentemente sólidos, ha reaparecido la "cuestión" nacional y amenaza el fraccionamiento de paises como Inglaterra, Francia, España e Italia (exigencias independentistas en Escocia, Gales, Irlanda, Valonia, Bretaña, Córcega, Norte de Italia -"Padania"-, Cataluña, Vascongadas, Galicia).
El surgir de todos estos fenómenos se asocia a la crisis de los Estados-nación motivada por las enormes dimensiones, sin precedentes, de los hechos económicos (producción, mercados, finanzas...). No se trata, con mucho, de un cambio en el sistema económico, sinó de un significativo cambio de escala, una nueva manera de operar que ha producido "conglomerados económicos" de unas dimensiones tales que supera a los Estados pequeños (incluso muy desarrollados) y también a los de tamaño medio (con bajo nivel de desarrollo).
El poder real de dichos conglomerados desborda, por lo tanto, a bastantes poderes políticos, democráticos o no. La necesidad de participar en esa economía gigantesca ha impulsado, en Europa, el inicio de la construcción de la Unión Europea, lo que exige de los Estados miembros la cesión de parte de su soberanía a las instancias de la Unión con el objeto de poder establecer políticas comunes.
Se pretende ver en eso la materialización del principio, al que frecuentemente suelen recurrir los nacionalistas, de que el Estado-nación es inútil porque: "es demasiado pequeño para los problemas grandes y demasiado grande para los problemas pequeños", lo que implica que solamente hay problemas enormes y problema pequeñísimos (justo a la medida de las "naciones" de los nacionalistas). La realidad es lo contrario, hay un despliegue de la escala que por un lado sugiere una gradación en los niveles de actuación y por otro permite vislumbrar una ampliación del ámbito de integración de las personas en unidades más amplias y más abiertas, como ya ocurrió con el nacimiento de los Estados-nación.
Lo verdaderamente inútil son las "naciones", enormemente menores que los conglomerados económicos, e igualmente lejanas para los problemas cotidianos de los ciudadanos, quienes ante las dimensiones y complejidades de un mundo difícil de comprender, ni de controlar, se refugian en su localismo más inmediato y cotidiano, que tampoco es, para la mayoría, la "nación" étnica, y así, aparecen tanto las tribus urbanas, como afiliaciones (con base en afinidades), que trascienden a los paises, gracias a los nuevos medios de comunicación.
Las "naciones" aparecen como pequeños Estados centrales, monolíticos, muy fuertes interiormente, entregados a una opresiva homogeneización y control, y exteriormente títeres de cualquier poder económico y, a la vez, garantía para los oligopolios de que, basados en ellas, jamás podrá construirse ningún poder político lo suficientemente fuerte como para poner límites a sus evoluciones.
El fanatismo nacionalista nos lleva a un mundo compuesto por un macro-fascismo económico a nivel planetario y un microfascismo extremadamente duro a nivel local.
Ante las nuevas perspectivas, los Estados-nación, en un intento de racionalidad gestora, tienden a la descentralización administrativa, y del poder político, con prácticas autonomistas y federalistas, pero éstas políticas lejos de atenuar las exigencias nacionalistas las acentúan.