Desembarco en la Antártida (el navío “San Telmo”)
A
principios de 1819, ante las constantes peticiones de envío de fuerzas
a América para frenar las insurrecciones independentistas, el gobierno
español envío una escuadra de refuerzo a la que partió
de Cádiz un año antes, la División de los Mares del Sur.
La componían cuatro buques: dos navíos, el “San Telmo”
de 74 cañones, el “Alejandro” de 74 cañones, una fragata
de guerra, la “Prueba” y un mercante, el “Mariana”.
El
mando lo ostentó el capitán de navío Rosendo Polier, quien
también debía relevar al Comandante del Apostadero del Callao.
Este nombramiento no fue voluntario, dado el precario estado de los buques,
especialmente del “Alejandro”. Temiendo lo peor, el capitán
se despidió de su amigo Francisco Espelius diciéndole: “Probablemente
hasta la eternidad”.
Zarparon de Cádiz el 11 de mayo de 1819, excepto el “Alejandro”
que salió un día después por avería en el cabestrante
mayor. El mismo buque tuvo que volver a Cádiz por hacer agua. Los otros
tres llegaron a Río de Janeiro y Montevideo, y en septiembre acometen
el Cabo de Hornos.
Los fuertes vientos de poniente les hacen derivar hacia el sur, donde las tormentas
dispersan al convoy. Las dos fragatas llegan por separado al Callao, una el
día 2 de octubre y el mercante el 9. Esta última informa haberse
separado del “San Telmo” el 2 de septiembre dejándole con
averías en el timón, tajamar y la verga mayor.
El 6 de mayo de 1822 se le da de baja junto a sus 644 hombres. Pero las dudas
de que hubiese naufragado persisten, y los británicos que en los años
inmediatamente posteriores explorarían el continente helado que doscientos
años antes, en 1603, avistaría el almirante Gabriel de Castilla,
descubrirían sus restos en la Isla del Rey Jorge (Shetland). Se trata
del capitán Robert Fildes (1820) y el navegante James Weddell (1822).
Los restos de numerosos huesos de focas atestiguan la pervivencia de los naúfragos
durante algún tiempo.
Actualmente una placa conmemorativa en Playa Media Luna, en el Cabo Shirreff
de la Isla Livingstone, de las Shetland del Sur, recuerda a estos marineros
y soldados españoles. Los primeros que pisaron la Antártida.
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