Benito Pérez Galdós
Nació
Galdós en Las Palmas de Gran Canaria el 10 de mayo de 1843, noveno
hijo de un gobernador militar, en una familia muy curiosa, dedicada al comercio,
medio canaria y medio peninsular. El propio Galdós cubrió su
vida discretamente, hasta tal punto que hasta 1995 no se pudo publicar una
biografía mínimamente completa y fiable de él, después
de casi 300 intentos.
Estudió en el Colegio de San Agustín, donde colaboró
en periódicos escolares con artículos, poemas, dramas y caricaturas
satíricas de evidente signo realista que incluso trascenderían
la prensa local. Finaliza sus estudios a los 19 años con sobresaliente
en todas las asignaturas.
Su madre le envió a estudiar Derecho a Madrid, truncando un temprano
noviazgo con una prima cubana. Allí Galdós curioseará
por toda la ciudad. Se convertirá en el narrador
de un Madrid, de casi medio millón de habitantes, que sería
después calificado de galdosiano. Él mismo declararía:
“Nací a los veinte años, en Madrid...”.
Su principal actividad será entonces callejear y escuchar, ver y describir
todo el microcosmos humano de aquel Madrid en transición, hervidero
político y social. Años después el trabajo periodístico,
documental y literario no le impedirá continuar con esta labor, pero
a costa de doblar literalmente su jornada de trabajo.
En 1866 colaborará con el periódico “La
Nación”, gracias a la ayuda de los miembros de su tertulia
política, y en 1867 viaja al París de la Exposición Universal
por cuenta y en compañía de su familia, porque sus ingresos
eran entonces muy escasos. Tomará contacto, sobre todo, con la obra
de Balzac.
Vivirá los agitados acontecimientos del Sexenio, ya como liberal convencido
y será expulsado de la Facultad por absentista. Desaparecida temporalmente
“La Nación” colaborará
en el nuevo “Diario de las Cortes”.
Después será el diario financiado por el general Prim, “El
Debate” el que obtendrá sus servicios. Por cuenta de este
diario viajará a Zaragoza, ciudad que le entusiasma.
Publica entonces su primera novela “La Fontana
de Oro”, que le consagrará como escritor y miembro destacado
de ese grupo de renovadores y continuadores de la novela clásica española
(Varela, Clarín...). En 1870 será nombrado director del semanario
“Revista de España”.
Al calor de esos agitados acontecimientos políticos, en 1873 concibió
la idea de narrar noveladamente la Historia de España en el siglo XIX.
El título lo puso el director de “El Debate”:
“Episodios Nacionales”.
La labor documentalista que el escritor despliega en
sus obras se acrecienta al afrontar los Episodios. Contará con la ayuda
de Mesonero Romanos y Núñez de Arce, compañero suyo de
“El Debate”, y con la de decenas de personas que le escriben y
narran detalles y sucesos de esas épocas, y que incluso le corregirán
cuando las obras se hayan publicado.
Se
trata de novelas históricas aderezadas con mucha acción y muy
realistas, con un tono patriótico no desmesurado, y cuyas reediciones
le proporcionaron unos saneados ingresos que no le evitaron pasar apuros financieros
hasta el final de su vida. La primera serie sería escrita en primera
persona.
Los “Episodios” fueron también los causantes de que un
cierto sector de la crítica no dejara nunca de considerarlo un autor
poco serio y talentoso, muy volcado en lo comercial, y por ello popular y
vulgar.
Sin embargo esto no es cierto. Galdós abandonó el género
cuando consideró que los acontecimientos a narrar estaban demasiado
próximos como para ser ecuánime y, por otra parte, para continuar
renovando la técnica narrativa. Tampoco su desilusión por los
conflictos políticos de la época fue ajena a esta decisión.
El perjuicio económico fue importante, y ello y la demanda del público
lo llevó a reanudarlos en 1898, con un éxito inferior. No obstante,
la calidad y la sutileza de los nuevos relatos son hoy evidentes.
A una media de cuatro por año, en 1879 ha terminado las dos primeras
series, con 20 títulos, y al mismo tiempo las novelas de su primera
época: “Doña Perfecta”,
“Marianela”, “La
familia de León Roch” y “Gloria”.
En 1881 comienza la serie de sus “Novelas Españolas
Contemporáneas”: diez en diez años, entre ellas
“Fortunata y Jacinta” y “Miau”.
Es un caso único en la Historia de la Literatura Española, la
recreación de la nación española en la novela.
Con
ellas inaugura Galdós una nueva forma novelística, un realismo
original español, de raíz naturalista y totalmente alejado del
romanticismo, costumbrista y social. Reflejan
un ambiente pequeño-burgués, propio de la naciente burocracia
industrial, y sus valores de clase media, entonces inseguros, relatado con
minuciosidad, en un lenguaje coloquial pero no castizo.
Todo ello muestra la interacción entre las culturas alta y baja y los
variados segmentos intermedios.
Este género no consta de trozos de historia sino que es una narración
ficticia coherente y sólida, enormemente sutil y de estructura propia
y original. Galdós se documentaba exhaustivamente, consultando a testigos,
a escritores anteriores a él, leía historias, periódicos,
consultaba documentos, en un intento de totalizar su obra.
Hoy, la crítica internacional y los numerosos estudios han reconocido
su valor, sólo comparable a la de los novelistas del Siglo de Oro,
eliminando los prejuicios políticos y estéticos de la época.
Por otra parte, estas novelas son producto de un cambio en Galdós:
en ellas los personajes viven de un modo autónomo, y el escritor ya
no emite juicios ni opiniones. Es sin duda un paso más en la construcción
de la novela moderna.
En 1884 viaja por toda Europa en compañía de su amigo José
Alcalá Galiano, y se le rinde un homenaje por iniciativa de Clarín,
apoyado por todo el mundo literario. Triunfa también en el teatro,
al que se dedica desde 1890, y se escribe su primera biografía. Viaja
por España y Europa, se extiende su fama de don Juan, cuyas conquistas
abarcan todas las clases sociales. De hecho, mantuvo económicamente
a varias mujeres y tuvo más de un hijo natural.
También ese será el año en que el enfrentamiento político
impedirá su ingreso en la RAE. Para resarcirse pasará una temporada
en Santander con su buen amigo Pereda, con el que viajará a Portugal.
Si la época de 1892 a 1896 es la del teatro, su carácter de
patriota lo llevará a introducirse aún más en el mundo
de la política, donde ya era diputado por Puerto Rico de 1886 a 1890
por el partido liberal de Sagasta, motivado por la angustia que le provoca
el desastre del 98.
Si bien la obra dramática de Galdós no es inferior en absoluto
a la novelística, tuvo una carrera teatral que alternó éxitos
clamorosos (“La de San Quintín”,
“Doña Perfecta”) con fracasos
(“La voluntad”, “Fiera”).
En ese mismo año se traslada al País Vasco para escribir la
tercera serie de los “Episodios Nacionales”.
El 7 de febrero de 1897 entrará en la RAE, lo que le había sido
negado antes.
En 1901, el éxito de su obra “Electra”
lo convierte en símbolo del anticlericalismo, estrenando obras hasta
tres en un año. Será traducida en un año al francés,
inglés, alemán e italiano. En 1905 es propuesto para el Nobel
por la Academia Sueca, pero presiones de banderías políticas
lo abortan.
En 1910 es elegido diputado por la coalición republicana-socialista,
resultado de una radicalización nacida de su pesimismo y envejecimiento.
1912 es el año en que termina el último de los “Episodios”
y en que pierde la vista, teniendo que dictar sus últimas obras a su
secretario, Pablo Nogués.
Dos operaciones en 1911 y 1913 serán inútiles. No tiene mucho
dinero y se hará una suscripción pública para ayudarle.
Su última mujer será una joven maestra, Teodosia, y su cuidado
médico correrá a cargo de su amigo el doctor Marañón.
Los problemas económicos que tuvo toda su vida se debieron a los adelantos
editoriales. Al final de su carrera ganaba unas 45.000 pesetas anuales (un
funcionario ganaba 12.000 y un embajador 20.000).
En
enero de 1919 inaugura su propio monumento en El Retiro, en agosto dará
su último paseo y morirá el 4 de enero de 1920, enfermo de arteriosclerosis
y reblandecimiento medular. Su entierro será multitudinario.
Galdós fue siempre un escritor popular, pero la crítica se le
resistió, así como estúpidos prejuicios políticos
tanto en vida como posteriormente, hasta el punto de ser un escritor sobre
el que no existen unas normas críticas establecidas.
Tanto los “Episodios” como las “Novelas
Contemporáneas” han sufrido el desprecio de cierta crítica,
que han ignorado la comprobada eficacia narrativa de ambos relatos historicistas
así como de su altura literaria. Por otra parte, ambos modelos son
distintos, tanto en su estructura como en sus planteamientos, suponiendo el
segundo modelo una renovación del primero.
También es cierto que esta actitud fue en parte forjada por la influencia
de las obras de tesis de la primera etapa de Galdós, que le dio fama
de autor polémico por naturaleza ,especialmente su teatro (“Electra”,
“Casandra”).
Por aquel entonces se montó una oposición ideológica
(que no personal) entre el “tradicionalista” Pereda y el “liberal”
Galdós, de un modo bastante simplista. Hoy nadie negará a Galdós
su primacía en la literatura de la época frente al ruralista
Pereda.
Pero es verdad que el liberalismo ingenuo y apasionado de la etapa de los
“Episodios”, que le hizo ser conocido
en toda Europa como “el cruzado liberal español”, oscurece
su valor literario, y especialmente el del conjunto de su obra posterior,
la escrita entre 1881 y 1897.
Su obra tiene la categoría de universal de pleno derecho, marcada por
el valor propio de su narrativa, la experimentación estructural, la
personalidad de cada obra, el discurso de forma abierta y amplia, la ironía
de la que hace gala, que le han proporcionado excelentes estudios críticos
y traducciones en todo el mundo.
Su teatro y cuentos han quedado un tanto marginados, a pesar de no ser inferiores
en calidad a su novelística.
Quizás las palabras de elogio de Marcelino Menéndez y Pelayo
sean las que más le definen: “Pocos novelistas
en Europa igualan a Galdós en lo trascendental de sus concepciones,
y ninguno lo supera en riqueza inventiva”.
Fue además y por encima de todo, un patriota que desechó el
pesimismo del Desastre del 98, negando expresamente la decadencia material
y espiritual de la Nación, viva en el pueblo y las costumbres.
![]() |