La
riqueza que persiguió el conquistador español, como una de sus
metas, no era la misma que rige en nuestras modernas sociedades capitalistas,
sino que estaba relacionada con la promoción social (y otras veces con
la leyenda y la aventura).
Del mismo modo, para la Corona española el “oro
de Indias” era un simple medio de conservar la unidad europea del
Imperio, que el azar y la antigüedad habían depositado en sus manos,
y de expandir la Cristiandad, de la que el Imperio era depositario, muchas veces
en solitario y frente a otros “príncipes
cristianos” que no tuvieron reparo en aliarse con el turco o el
berberisco contra España.
No obstante, los filones americanos fueron importantes para la consolidación
del capitalismo europeo, en un contexto (siglo XV) de escasez de metales preciosos
y de subdesarrollo de la letra de cambio y la compensación bancaria.
El aumento de la producción y la riqueza motivaban la sustitución
del trueque y de las prestaciones personales de tipo feudal por el pago en metálico
(oro y plata) que la producción minera europea no podía cubrir.
El oro portugués africano, cuya búsqueda fue el primer incentivo
para las exploraciones de ese país, era indispensable, pero dejaba pocos
excedentes al invertirse en la compra de especies asiáticas.
Al finalizar el siglo la situación deflacionaria provocaba la caída
de los precios ante el aumento constante del precio del oro. El Descubrimiento
tuvo una importancia crucial para la economía europea.
De
1503 a 1520 entraron en la Casa de Contratación de Sevilla 14.103 kilos
de oro y ninguno de plata (783,5 kilos anuales). De 1520 a 1530 el promedio
bajó a 488 kilos, en la época del agotamiento de los filones antillanos,
previa a los descubrimientos continentales, de Colombia, Chile y Perú.
En el siguiente decenio (1531-1540) fueron 14.466 kilos, en el de 1541-1550:
24.957 kg y en 1551-1560: 42.620 kg . Después caen en picado (52.511
entre 1561-1600) y en el siglo XVIII continúa bajando vertiginosamente
hasta ser secundario con respecto a la plata, aún teniendo en cuenta
el fraude que se diera, quizás del 10 %. Porque la producción
de plata compensó de sobra el descenso de la del oro, gracias sobre todo
a los yacimientos del Perú y Nueva España.
Fueron fundamentales los descubrimientos españoles en minería,
en concreto el uso del mercurio, metal muy escaso que la Corona extraía
de sus yacimientos de Almadén y, en Perú, de Huancavelica, que
había que completar con italiano para los yacimientos mexicanos.
Sólo
el cerro peruano de Potosí (hoy boliviano), descubierto en 1545, arrojó
los siguientes dividendos:
1571-75= 1.748 (millones de maravedíes)
1576-80= 7.930
1581-85= 12.2218
1586-90= 14.000
Y en la Casa de Contratación de Sevilla se registraron las siguientes entradas:
1551-60= 303 toneladas
1561-70= 909
1571-80= 1.003
1581-90= 2.103
1591-00= 2.707
Ya
en el siglo XVII, en el periodo 1600-1630 se registraron 2.100 toneladas, para
descender en 1651-60 a 443, cuando la Corona prefirió sustituir los porcentajes
por cuotas fijas abonadas por los comerciantes en España y América,
para combatir el fraude y remontar los ingresos ante el descenso de la producción.
El siglo XVIII vería una recuperación enorme hasta alcanzar los
máximos anteriores, como fue confirmado por los cónsules extranjeros.
El oro seguiría descendiendo sin embargo, hasta la aparición de
los yacimientos brasileños.
Este
auge argentífero se debió a los filones mexicanos de Guanajuato
y Zacatecas (1548). Las cifras fueron:
1700-04= 660 toneladas
1720-24= 1.140
1750-54= 1.695
Y
el año-punta fue 1796 con 656 toneladas ese año. El quinto real,
que la Corona recaudaba del total extraído, más los impuestos
y derechos aduaneros, sumaban 11,90 millones de ducados entre 1516 y 1560, y
otros 3,5 millones decomisos de contrabando. De 1560 a 1590 se triplicó
la cantidad de plata.
Hay que matizar que una buena parte se quedaba
en América, ya que el progreso que imprimió la Corona disminuyó
la necesidad de importaciones europeas, generando un intercambio comercial equilibrado,
una clase comercial criolla de autonomía creciente y una integración
racial y social de toda la población.
En un principio, la llegada de los metales preciosos americanos dinamizaron
la economía española, especialmente las ciudades y zonas exportadoras,
pero luego se impuso la competencia extranjera en el terreno industrial. Se
dio una subida de precios (aunque combinada con el crecimiento demográfico)
que se multiplicó por cinco a lo largo del siglo XVI. Desde luego no
enriqueció a la Corona, que lo gastó todo en las empresas exteriores
(Flandes, Italia, turcos...), pero estimuló el comercio europeo, llegando
hasta Oriente, especialmente India y China.
Por último, no representó la enormidad que
algunos críticos interesados pretenden. La Corona española tenía
cuatro fuentes principales de ingresos: Castilla, Aragón, la Iglesia
y América.
Aragón era el que menos aportaba por sus
fueros. Las seis Cortes Generales de Monzón (de 1528 a 1552) le aportaron
una media de 100.000 ducados anuales.
La Iglesia contribuía a los gastos estatales
con:
En
Castilla los impuestos ascendían en 1550 a 1.250.000
ducados anuales.
América aportó con los metales preciosos,
entre 1516 y 1560, unos 270.000 ducados anuales.
De 1560 a 1570 fue de 660.000, y en 1590,
2.620.000.
De manera que América sólo tuvo
una aportación significativa a finales del siglo y del reinado de Felipe
II, aproximadamente menos de una cuarta parte.
Autores como Martín de Azpilicueta y Tomás de Mercado, amén
de reconocidos literatos como Lope de Vega o Quevedo, ya denunciaron el predominio
del comercio extranjero para llevarse la plata americana.
Con
todo, en la llamada “revolución de los precios” del siglo
XVI, relacionada con la llegada de los metales preciosos, hay que considerar
el propio crédito como estímulo a la inflación, el alza
de la tasa de inflación ya antes de la llegada de los metales y el crecimiento
demográfico que estimulaba la demanda.
Castilla
sola debió de sostener el esfuerzo financiero, ante una amplitud
de los compromisos imperiales que no podía sostener el débil capitalismo
local, con lo que se integró en el circuito capitalista internacional
(dominado por Génova y Amberes) como fuente de ingresos, lo que se sancionó
con el permiso para exportar metales directamente en 1566.
Y no sólo comerciantes y financieros franceses,
italianos, flamencos o alemanes se aprovecharon del intercambio americano, sino
aragoneses y catalanes, que desde 1524 negociaban libremente desde Sevilla.
Los vascos se beneficiaron grandemente, por ejemplo el 80 % de los barcos que
hacían la travesía atlántica entre 1520 y 1580 se construyeron
allí.
Con la creación de los monopolios por
Felipe V, los vascos y catalanes controlarían casi todo el comercio americano.
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