La ultraderecha española: antipatriotas

La ultraderecha española es identificada interesadamente con un inexistente nacionalismo español por los nacionalismos disgregadores y cierta izquierda cómplice. Nada más falso. La ultraderecha es una ideología centrada en sus mitos y conceptos y está expuesta a las estrategias y atracción de los nacionalismos disgregadores como cualquier otra.

Un sector de laultraderecha, situado sobre todo en las tendencias renovadoras y radicales (nazis, tercera posición, europeístas...), se ha caracterizado por ser antiespañola y antinacional, estando radicados sus dirigentes en Barcelona y siendo catalanes.

Un hecho relacionado con la capacidad totalitaria del nacionalismo catalán; como en el caso de la izquierda y de la extrema-izquierda, en que desaparecida o modificada la doctrina política del individuo, queda el poso de su tendencia natural, y en el caso de este sector, el catalanismo, la disgregación y la envidia.

A mediados de la década de los años 60, el régimen franquista promovió la tolerancia y acentuación del regionalismo tradicionalista como medio de contrarrestar el avance de la agitación marxista, en un contexto de cambios en el interior del régimen (ascenso de los tecnócratas) ante el deterioro físico inminente del general Franco.

El alumno más aventajado de esta operación sería Manuel Fraga , “el Milosevic gallego”.

Este regionalismo no era chocante con los varios componentes del régimen. Estaba presente en el foralismo carlista, en el organicismo falangista y en el tradicionalismo de la derecha monárquica más conservadora, tal y como hoy está presente el nacionalismo disgregador en la izquierda.

Por otra parte, estos sectores habían incorporado muy tardíamente el patriotismo español a su discurso (finales del siglo XIX), compuesto por la defensa de la Monarquía y la Iglesia.

Asi mismo, los sectores republicanos de finales del siglo XIX y principios del XX, alternan un retórico patriotismo español con gestos hacia el “regeneracionismo” falso con el que se disfraza el nacionalismo catalán de entonces y aún de hoy.

En este contexto Cedade (Círculo Español de Amigos de Europa) nace en Barcelona en 1966, fundado por un grupo de jóvenes fascistas catalanes, católicos y románticos, adoradores del racista alemán Richard Wagner y de Adolph Hitler, con la colaboración de algún falangista radicalizado y la importante participación de exiliados fascistas europeos (de ahí la proyección exterior de la organización).

Su ideología era nazi y europeísta y su labor la propaganda política y cultural, siendo los teóricos J. Mota, J. Bochaca y R. Bau, todos ellos catalanistas.

Ya en 1971 definen a España como “una unión histórica de razas”, debiendo evitarse “el nacionalismo inculto, bárbaro y retrógrado de los toros y las castañuelas”. Se proclamaban entonces “regionalistas”.

En 1978 hablaban de la “Europa de las etnias” frente a las naciones-estado, y catalanizan su propaganda. Aún oponiéndose al separatismo adoptan posturas del nacionalismo separatista radical, como memoriales de “agravios”, la reivindicación de Maciá y Arana o la integración de Navarra en Vasconia y de Valencia en Cataluña, todo ello subsumido en la excusa europeísta.

En Vasconia hablarán de “raza vasca”, en Andalucía de “andalucismo” y en Galicia de “alternativa gallego-portuguesa”, llegando en 1984 a compararse a la CyU pujolista. Exactamente igual que los nacionalistas disgregadores.

Cedade considerará su precursor al ex-alcalde de Barcelona y regionalista racista doctor Robert Yarzábal (1842-1902), que teorizó sobre la “raza catalana”.

Cedade copia el prototipo de organización política y económica catalana: mandos catalanes que imponen su política, progresivamente catalanista, sobre militantes hijos de la emigración interior, que son los que trabajan.

Por la misma época (1977-78), grupos no pertenecientes a la corriente principal de la extrema-derecha, como el FNJ (Frente Nacional de la Juventud) y la FE (A) (Falange Española –Auténtica), sostenían abiertamente tesis regionalistas.

En los años 80 la organización dio un nuevo impulso ideológico a su “regionalismo etnicista”; adhiriéndose a las tesis del NOE (Nuevo Orden Europeo), afirmaron el “etnismo” del III Reich alemán y la “persecución” de que eran objeto “la mayoría de las etnias minoritarias de Europa” que ellos dijeron apoyar, si bien no aceptaban las independencias en aras de la “unidad europea”.

El NOE, internacional etnicista fundada por un suizo y un francés, R. Bidet y G. Amaudruz, en 1951, celebró sus 9º y 13º congresos en Barcelona, en 1969 y 1977.

Por esa misma época de principios de los 80, en algunos países europeos se registraba un auge de ciertos partidos independentistas de ideología abiertamente fascista y racista.

No obstante, la mezcla de naciones y “etnias” sin Estado fue lo suficientemente compleja como para dejar el tema en una confusión, a menudo contradictoria.

La escisión de Cedade a mediados de los 80, “Nuevo Socialismo”, fue más allá de la posición de la organización, acusándoles de falso nacionalismo y de oportunismo, instando a crear estructuras claramente federales.

Esta escisión, desaparecida en 1988, fue protagonizada por Ramón Bau, actual dirigente y fundador del Centro de Estudios Indoeuropeos y organizador de la web “OrdeNuevo” y de la coordinadora Centro Unitario.

Este CEI propugna una nación racial europea sin naciones-estado, pero incluye banderas y reivindicaciones del catalanismo.

El FNJ antes nombrado fue un violento grupúsculo nacido en Barcelona como escisión de la sección juvenil de Fuerza Nueva (Fuerza Joven), en septiembre de 1977, capitaneada por el ideólogo y activista Ernesto Milá, bien relacionado con radicales neofascistas italianos, y disuelto a finales de 1979.

Milá dirigió entonces otra formación, el Frente de la Juventud, con militancia centrada en Madrid y Valladolid (lo que le libró de tentaciones localistas), surgida también de los radicales violentos de FN, y disuelta en abril de 1982 tras participar en asesinatos y robos.

A finales de 1983, tres estudiantes madrileños surgidos del FNJ (entre ellos F. Perdices, que sería el líder) crean Bases Autónomas (BBAA) y unos meses después el CENR (Coordinadora de Estudiantes Nacional-Revolucionarios).

Utilizan los emblemas juveniles neo-fascistas de la cruz céltica y la rata negra, visibles en su primera revista, “La peste negra”, surgida en 1985. En su primer manifiesto se proclaman “anarco-nazis”.

Son uno de los varios grupos juveniles que han existido deseosos de modernizar tanto la ideología como la estética del neofascismo; el problema es que modernizar el fascismo supone abandonarlo.

Pero lo más interesante es su actitud frente a la nación: BBAA se proclamará europeísta, racista y... antiespañola; definirán a España como un absurdo, y crearán la consigna “Hitler y ETA unidos en la lucha”, enfrentándose a la extrema-derecha clásica.

BBAA será uno de los primeros grupos españoles que se adherirán a la corriente llamada “fascismo de izquierda”, “tercera posición” o “nacional-bolchevismo”, ya presente en los inicios del fascismo (como la Unión de Nacional-Socialistas de Otto Strasser, llamada Frente Negro, o los fascistas revolucionarios de Roberto Farinacci), disidentes de la línea principal y que se ha caracterizado, aparte del eclecticismo ideológico (lenguaje confuso entre la derecha y la extrema-izquierda), por ser antiespañoles y apoyar las opciones separatistas más radicales (HB).

En el periodo 1987-88, BBAA alcanzan su apogeo, con numerosos adherentes skins y ultras del fútbol (Ultra-Sur y Frente Atlético); en abril del 90 se disuelven debido a la presión policial por su activismo violento.

A partir de aquí oscilarán entre la estética rebelde-alternativa de su frustrada “Área Inconformista” y la extrema-derecha clásica de la “Asociación Bernal Díaz del Castillo”; estos últimos intentarán recuperar el activismo original en 1992 con unas Bases Autónomas Reconstituidas, pero sin el antiespañolismo ni el anarconazismo, editando “¡A por ellos!”.

Un grupo mayoritario de la base continuó con la idea original, algunos agrupados en el Frente Revolucionario Autónomo.

Miembros de este grupo crearán en diciembre de 1995 la revista bimensual “Resistencia”, que un año después reincidirá en el antiespañolismo al proponer “la 'abertzalización' de los pueblos de España”, denigrando a la bandera nacional y definiendo a la vasquista como “una verdadera bandera de combate” contra la monarquía española, el liberalismo y el “judeoamericanismo”.

Emplean también el término de los separatistas de “realidad plurinacional”.

De esta actitud participaron entonces publicaciones como “Tribuna de Europa” de Alternativa Europea, “Nosotros” de Falange y “Punto de Vista Operativo” también de Falange.

Falange cortó el debate, ya planteado en las elecciones europeas de 1986, cuando un artículo de “Nosotros” propuso la alianza con los independentistas para la “refundación cantonal de las Españas”.

No es de extrañar tal confusionismo falangista, cuando su concepto de España se basa en la “unidad de destino”, término orteguiano y “baueriano”, mucho más vago que la lengua o la cultura.

En julio de 1997 se transforma en partido la asociación cultural Alternativa Europea (AE), de Barcelona, creada en 1993, y en julio de 2000 nace el MSR (Movimiento Social Republicano) en la misma ciudad, surgida de la unión de AE, Resistencia y Vértice y dirigida por J.A. Llopart Senent.

Este grupo es federalista, en sus estatutos hablan de “patria europea” y de “Europa como valor absoluto y soporte último de la doctrina y de la acción política”. De España dicen, en sus “Normas Programáticas”, que es un “conjunto de pueblos unidos... en un proceso integrador... desvirtuado por el centralismo borbónico”.

Y espera contribuir a la unidad nacional a través de la “lucha por la descentralización solidaria”. Considera también que “la idea de España sólo es compatible con el reconocimiento de las identidades de los pueblos que la forman” y reivindican “sus tradiciones, lenguas y culturas”.

Su órgano en Castilla se llama “Nación Castellana” y propugnan la república federal. Esta misma actitud de unidad voluntarista “desde la diversidad” previa la tienen otros grupos como los neocatólicos del Foro Arbil.

Por debajo de todas las tonterías ideológicas, domina la sumisión a la tiranía de los nacionalismos disgregadores y el antiespañolismo práctico desde la ofensiva de estos a partir de 1992, encarnándose en el federalismo teledirigido desde las direcciones radicadas en Barcelona.

En los años 90, las juventudes de las Juntas Españolas (JJEE), el MPC (Movimiento Patriótico Catalán) carlista y el grupo VNR (Vanguardia Nacional-Revolucionaria) de Barcelona editan la propaganda en catalán. Y más reciente es la “Plataforma por Cataluña”, surgida de un grupo de Vic liderado por un ex-FN y de corte racista, cuyo nombre lo dice todo.

Una organización nacionalista que, en territorio dominado por otro nacionalismo basado en la diferenciación lingüística, hace su propaganda en el idioma del real y evidente enemigo separatista, no puede ser ni nacionalista ni patriótica, por mucho que lo justifique con su adhesión al “tradicionalismo”. Ese tradicionalismo es falso o manipulado por el separatismo, y el idioma se convierte, sin opción, en el principal elemento a defender en la lucha política.

Es cierto, sin embargo, que no todos los grupos se dejaron cegar por la ofensiva separatista y su estrategia progresiva. Los “racialistas” de la corriente “Nueva Derecha” de los 80 no imitaron a sus correligionarios franceses en esto.

Pero fueron actitudes marginales en el confuso y cerrado ghetto de la extrema-derecha que demuestran que el patriotismo y la nación española no son la preocupación primordial de este sector político sino una parte sustituible de su ideología.

Defienden su universo mental, sus mitos y su ghetto, que les condicionan. Su “modernización” pasa, por lo visto, por un izquierdismo pueril, un revolucionarismo minoritario y... el antiespañolismo, que parece ser la característica vital.

Han efectuado un proceso de sustitución: el “nacionalismo español” que profesaban de boquilla, como superestructura de sus ideas fascistas, lo han cambiado por el mito “Europa” y el de los localismos que asimilan a la “tradición” y lo “natural”.

Son incapaces de ver que esa realidad que perciben la han implantado los nacionalismos disgregadores, está socialmente construida, y además sobre la base del localismo propio del reaccionarismo franquista, siempre contrario al Estado central borbónico (de ahí las referencias a los Reyes Católicos, una administración pre-estatal y pre-moderna, aunque unida).

Este franquismo permitió la edición en catalán ya en los años 40, pasada la primera fase represora; estableció también relaciones con el tradicionalismo catalán, muy enraizado, y el carlismo vasco, implantado sobre todo en Álava, y del que formaron parte antiguos contingentes del PNV.

También existió la Academia de la Lengua Vasca, y se editó propaganda pública en vasco (la de “25 años de paz” en 1964, por ejemplo). Esta misma Academia estructuró en 1968 el “vasco unificado”, síntesis artificial de los varios dialectos aldeanos vascos que hoy es el normativo e implantado.

En una fecha tan temprana como 1949, el franciscano Salvador Michelena publica “Aranzazu”, primera obra en vasco desde la Guerra Civil.

La extrema-derecha no es ni nacional ni española, bebe de fuentes extranjeras: la Acción Española de 1931, de Actión Française de Maurras, la Falange, del fascismo italiano, y los actuales grupos, del Front Nationale francés o del nazismo alemán, propio de bárbaros, del mismo modo que los grupos de los años 70 copiaban al Fronte della Gioventú o a Avanguardia Nazionale italianos, o a los grupos activistas franceses como Ordre Nouveau.

La clave de todo fascismo no es su fidelidad a la nación sino a su ideología, siendo su nacionalismo asimilable a entidades orgánicas (raza, región) superiores o inferiores a la nación.

En la actualidad, años después de estos hechos, el carácter sectario y partidista, ideológicamente tendencioso, de este sector político continúa pese a los cambios que experimenta. Junto a Falange Española, el MSR o Democracia Nacional aparecen pequeños grupos producto de la descomposición y el faccionalismo, como España 2000, el Partido Social Patriota o los Patriotas Autónomos, que tienen la misma meta de promocionar su ideología bajo la pantalla de los símbolos nacionales de todos.

La Nación es al fascismo lo que la clase obrera al comunismo: una excusa, no un objetivo. Quien es patriota no mancha la bandera con porquería partidista.

 

¿Patriotas españoles?, no lo son; disolventes y confusionistas sí.