Como resultado histórico, y social, constituye una herencia interpretativa de la realidad, y es a la vez una memoria no biolólogica, por lo cual susceptible de manipulación, falsificación e invención. Moldeando el hecho cultural adecuadamente, se crean identidades y naciones "ex novo". El lenguaje es inseparable en esta empresa porque es un medio básico en cualquier sociedad: vía de asimilación cultural y de integración social, así como elemento indispensable en los procesos de "ingeniería social" que pone en marcha el nacionalismo para crear la suficiente diferenciación y posterior marginación del definido como "el otro".
Desprestigiado el concepto de "raza", aunque permanece subyacente, y ocultado, se recurre a la "cultura" como medio segregador: es el racismo "sin" raza, es decir el racismo cultural. Y en estos procesos el lenguaje es fundamental y eficaz porque nadie puede sustraerse a él.
El control del lenguaje y su sobrecarga simbólica, sitúa en primer plano el papel de la escuela, que adulterada su misión, se convierte en un vivero de nacionalismo, mientras por otra parte los medios, en un proceso necesariamente más lento fuerzan la penetración en la sociedad de las nuevas "identidades" inventadas.
“La cultura organiza estructuralmente el mundo que rodea al hombre” (I.M. Lotman-B. Uspenskij -“La semiótica de la cultura”-).
Si los seres humanos viven en una determinada cultura, entonces antes de interpretar, de comprender las realidades, las reciben ya interpretadas, y esa interpretación es percibida mediante el lenguaje.
La auténtica realidad humana no sería la realidad natural sino la realidad cultural. La realidad humana es siempre una realidad interpretada, es decir, pensada. Una construcción, un continuo proceso de transformación.
Es la estructura de un lenguaje la que condiciona la estructura de nuestra realidad y cada idioma analizará de una manera concreta la realidad para ordenarla y encajarla en su propio molde. La manera de razonar de cada hablante depende, en primera instancia, de la lengua que se emplea en el razonamiento.
Y entonces la lengua no es sólo un medio de expresión del pensamiento, sino un poderoso medio de asimilación cultural. El carácter del lenguaje y de su formación se revelan como fundamentales a la hora de plasmarse como medio de integración social.
Ya para F. de Saussure, padre de la lingüística, y para la lingüística estructural en general, las lenguas someten la realidad a cortes artificiales que no preexisten a la organización del mundo por el lenguaje.
La sociabilidad del ser humano resultaría imposible sin el lenguaje y sólo en la sociedad puede adquirir el lenguaje un nivel de complejidad y universalidad. El lenguaje es el instrumento básico de legitimación, conocimiento, jerarquía, cambio y omisión.
Lo que es nombrado cobra existencia y lo que se nombra es creído. De ahí la obsesión del nacionalismo por implantar fanáticamente sus invenciones: la mitología, la toponimia, los apellidos, la Historia...
Y si la cultura es una red de significados, cobra sentido en un contexto, definida como identidad: “la identidad pasa a desempeñar el papel de una brújula que posiciona al grupo y sus miembros en horizontes cognitivos colectivamente construidos” (“La politización de la identidad y el movimiento indígena” -Roberto Cardoso de Oliveira-).
El concepto de “colectivo” significa aquí que: “identidad y sociedad interactúan dialécticamente... la estructura social engendra “tipos” de identidad...” (“La construcción social de la realidad” –P. Berger &T. Luckmann-).
Por encima de las diversas definiciones del concepto “cultura” (de las que se han llegado a compilar más de 160 de las diversas ramas de las ciencias humanas: antropología, sociología, psicología, lingüística, e incluso arqueología y biología... ), de sus acepciones formalistas o estructurales, lo que cuenta es el valor manipulable y formativo de la cultura, que es toda memoria no-genética.
El auge nacionalista no puede ser entendido desde prejuicios ideológicos, sino desde la perspectiva de un constructivismo social intencionado.
El nacionalismo logra resultados políticos porque comprende, utiliza, y sobre todo, tergiversa los medios culturales por los que la población interpreta y se integra en la realidad en la que vive, en la sociedad. Crea, inventa una identidad y lo hace además controlando e incluso inventando el lenguaje. El nacionalismo avanza porque es la creación artificial, antihistórica, falsa y socialmente intencionada de algo que se forjaba social e históricamente: la cultura.
Como ya se ha dicho, el nacionalismo es la religión de la política moderna, y supone la manipulación máxima y la legitimación de cualquier atropello totalitario. Al mismo tiempo, es la negación de sus falsos orígenes y se pretende verdadero, objetivo y eterno.
Lo que cuenta en la construcción social de la realidad no es la veracidad de los medios empleados sino su eficacia. Un discurso que desvele la mentira de otro es un discurso más en el mercado socio-político; será lo correcto de sus medios de difusión, de integración social, lo que le permitirá legitimarse y predominar o perecer.
El mismo nazismo, como las actuales tiranías nacionalistas, no se planteó simplemente enfrentarse a amplios sectores de la sociedad y someterlos. Prefirió construir lo que algún historiador ha llamado “experimento de dictadura plebiscitaria”. Obviamente su meta era el establecimiento de un sistema autoritario, pero basado en un liderazgo que contara con el apoyo popular, y el régimen estuvo siempre obsesionado por la reacción de la opinión pública a las medidas oficiales contra las minorías reprimidas.
Hitler, delante del incendio del Parlamento dirá, refiriéndose a sus enemigos políticos: “...no se dan cuenta de que el pueblo está de nuestra parte. En sus madrigueras, de las que ahora pretenden salir esas ratas, naturalmente que no oyen los vítores de las masas”.
El nacionalismo necesita inocularse no sólo en el Estado, sino en su población como fase primordial de su desarrollo. La meta es lograr su colaboración y la indiferencia ante la represión de la “comunidad enemiga”, una “escalada de indiferencia” (“eskalierende Gleichgültigkeit”) como la de los alemanes de Hitler.
El estudio de los usos lingüísticos del nazismo está bien representado en obras como las de L. Winckler (“La función social del lenguaje fascista”) o Víctor Klemplerer (“La lengua del Tercer Reich”), en las que se refleja la habilidad nazi para llenar de contenidos de alto valor simbólico las consignas y los tópicos de su ideología.
“No había que sacudir la dominación del lenguaje oficial, rebelarse contra ello era el verdadero crimen”. (“Wörter machen Leute: Magie und Macht der Sprache” -Wolf Schneider-)
El medio principal será el lenguaje, y en concreto la forja de un nuevo vocabulario; lenguaje, significado, símbolo e identidad son los conceptos claves en el marco de la actuación política que hoy se centra en la cultura y su influencia en la socialización de la población.
La otra cara de este proceso es la marginación del Otro, del enemigo que crea para poder forjar la “verdadera comunidad del pueblo” es decir nacional (tal y como la teorizaron los nazis, “wirklichen Volksgemeinschaft”, concepto distinto y preferente al de raza “rasse”).
Según el sociólogo René Girard (“La violencia y lo sagrado”) sólo se aprecia y desea aquello que es deseado y apreciado por el Otro, es decir por el rival. Se desea entonces aquello que los deseos de otros vuelven deseable. Algo fácilmente comprobable en los niños y los caracteres poco formados.
Pero apreciar algo porque otro lo desea significa querer ser ese otro, es ser una imitación, una copia. Al acentuarse la obsesión por el imitado, por el Otro, aumenta su odio y su dependencia hacia él.
El nacionalismo está obsesionado por el “ser” precisamente porque no es. Toda la frenética exaltación de lo supuestamente propio, toda la compensación narcisista de las frustraciones colectivas, se reduce a un no-ser y a imitar desesperadamente al Otro.
Por lo tanto, odio, envidia, y un complejo de inferioridad enorme, son los principales ingredientes del nacionalismo: ser como el Otro al que se opone, ocupar su posición.
Toda la política nacionalista consistirá en un permanente seguidismo obsesivo del Otro (cultural, político, histórico) y en construir el enfrentamiento de su falsa “comunidad nacional” con la comunidad real del Otro.
Esa es la paradoja del nacionalismo: que una cultura y lengua, inventadas o históricamente pobrísimas, aldeanas, pretendan tratar con desprecio y superioridad a una gran cultura milenaria. Porque la obsesión primordial es la persecución de la lengua y cultura “enemigas”, de la que el desarrollo de las supuestamente propias es producto secundario. El complejo de inferioridad es el motor del nacionalismo.
“Los herederos de ‘Jarrai’ reparten una ‘guía revolucionaria contra lo extranjero’. Propone destruir los símbolos españoles y franceses, los libros de texto no vasquistas, encolar cajeros, boicotear loterías y quinielas, precintar centros de enseñanza y pegar los sellos de correos boca abajo”.
Mientras que la dictadura vasca ha incidido más en el exterminio y la marginación de su objeto del deseo, la dictadura catalana se centra en la apropiación de las características de lo que envidia y chupa la sangre, a la vez que intenta negarlo: España, nosotros, nuestra cultura, nuestro pasado, nuestros símbolos, nuestro idioma.
"Tanto están obligados los vizcaínos a hablar su lengua nacional como a no enseñársela a los maketos o españoles. No el hablar éste o el otro idioma, sino la diferencia del lenguaje es el gran medio de preservarnos del contagio con los españoles y evitar así el cruzamiento de las dos razas". (“Quienes somos” -Sabino Arana-).
La cultura en el nacionalismo es un sustituto de la segregación racista. El antropólogo Walter Benn Michaels lo ha expresado certeramente:
“El concepto moderno de cultura no es (...) una crítica del racismo, es una forma de racismo. Y de hecho, a medida que ha aumentado el escepticismo sobre la definición biológica de raza, se ha convertido, al menos entre los intelectuales, en la forma de racismo dominante” (“Our America: Nativism, Modernism, and Pluralism”).
Y el ensayista Alain Finkielkraut:
“Con la sustitución del argumento biológico por el argumento culturalista, el racismo no ha sido eliminado: ha regresado simplemente a la casilla de salida” (“La derrota del pensamiento” –“La défaite de la pensée”-).
Ello explica la contradicción en la que cae el nacionalismo actual al esforzarse, contra su propia esencia, por adaptarse a la inmigración de otras razas mientras sigue siendo segregacionista y opresor del vecino “enemigo”. Se trata de otro racismo (racismo sin raza).
Diversas noticias de prensa lo corroboran:
“Garzón investiga a ‘HB-EH-Batasuna’ por propiciar la limpieza étnica y el éxodo en el País Vasco... Ha obtenido sus resultados electorales empleando para ello métodos similares a los que, en la Alemania de la república de Weimar, utilizaba para participar electoralmente el partido nazi alemán”.
“En los últimos doce años se ha podido producir una masiva alteración de los certificados de nacimiento de los niños de la principal ciudad vasca, Bilbao... por razones puramente accidentales derivadas de que el principal hospital materno-infantil se encuentra en Baracaldo, municipio habitado principalmente por población de inmigración, han hecho constar falsamente como lugar de nacimiento, Bilbao”.
“El portavoz del PP vasco denunció la existencia de prácticas de separación física entre alumnos de diferentes modelos lingüísticos en centros de enseñanza dependientes del Gobierno vasco..."
Se llega incluso al despilfarro de alquilar dos autobuses para que los alumnos vayan separados en las excursiones... Se trata de evitar a toda costa que los alumnos del modelo D hablen en castellano con los del modelo A porque les ‘contaminan’” (El modelo D ha sido casi arrinconado desde el curso 2000-2001).
“El imán del Centro Islámico de Barcelona, Najem Alhassan, afirmó que la integración en Cataluña es muy difícil porque ‘aquí son racistas hasta con los españoles’”.
Y refleja de modo importante tanto la estrategia como el carácter de ambos nacionalismos. El vasco racista, perturbador, rupturista, mientras que el catalán se caracteriza por negar al Otro, lo devora, contamina y domina para seguir siendo el Amo, explotándolo económicamente y sustituyéndolo en su papel histórico y político.
Puede decirse que se reparten los prototipos del Odio y la Envidia: el racismo de la biología, vasco, se transforma en el similar racismo de la cultura en el catalán, ambos falsos. Veámoslos en sus textos:
“El hombre andaluz no es un hecho coherente, es un hombre anárquico.”
“Es un hombre destruido, es generalmente un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual...”
“Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad... Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su perplejidad, destruiría Cataluña... Introduciría su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad”. (“La emigración: problema y esperanza de Cataluña”, Jorge Pujol, 1974).
El origen abiertamente racista y falsamente aristocratizante del nacionalismo vasco y su alucinado y falsario fundador, Sabino Arana, es de todos conocido:
“...presenciad un baile español, y si no os causa náuseas el liviano, asqueroso y cínico abrazo de los dos sexos...”, “El vizcaíno es caritativo aún para sus enemigos... el español es avaro aún para sus hermanos”, “El aseo del vizcaíno es proverbial, el español apenas se lava una vez en su vida y se muda una vez al año”, “El vizcaíno es nervudo, inteligente y hábil para toda clase de trabajos, el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos” (“Antología política de Sabino Arana”).
El racismo vasquista es tan burdo que el propio Hitler lo rechazó por acientífico y desprestigiante del propio racismo nazi.
Por no hablar de las estupideces de palurdo que proclama Arzalluz, como lo del zulú y el sueco, lo del RH negativo o lo de “vinieron con el voto y la maletita”.
La respuesta vasca, consecuente con sus mitos de excepcionalidad histórica que se pierden en la noche de los tiempos, mantenida hasta hoy, es la independencia y la eliminación de la comunidad “enemiga”, aunque el PNV está adoptando, a rachas, la captación de la población inmigrada de otras regiones españolas, tal y como ha hecho desde los años 70 HB, que paga con la aceptación la sumisión a su ideario.
Como ya ha dicho algún analista vasco, el idioma vasco es infranqueable para la mayoría de la sociedad vasca. Los vascos se quejan de vivir ignorados en su propio país, pero ellos mismos tienen la culpa porque cultivan el guetto que les permite la impunidad, con los fondos que proceden del resto de la sociedad.
La catalana opta por la absorción, la eliminación a través de la integración coactiva y despreciativa. Aunque pueda parecer paradójico, la modalidad de mantener una diferenciación combinándola con la adopción de los foráneos, ya fue citada por el conocido antropólogo Lévi-Strauss en algunas tribus primitivas elitistas y por tanto decadentes.
Es también la explicación de la elevada tasa catalanista de adopciones de niños de África y Asia: captan niños de otras naciones para incorporarles a través de la enseñanza obsesiva de su lengua y nacionalismo.
Exactamente lo mismo que los nazis alemanes hacían con niños de países ocupados por ellos, educados en su ideología racista y expansionista. Y saben muy bien que en el ámbito familiar (como esposas o padres) podrán influenciarles mejor.
“Pujol insta a los maestros a que integren a los niños inmigrantes. Dice que el proceso debe empezar en la guardería. Aboga por asumir la inmigración sin perder la identidad catalana”.
“Carod-Rovira ‘ERC’ vuelve a pedir la expulsión de los inmigrantes ‘anticatalanes’. Defendió la posibilidad de impedir la residencia entre nosotros a quienes quieran destruir los valores colectivos”.
“Sardanistas se niegan a actuar junto a grupos de jotas y sevillanas en las fiestas de mayo de Lérida”.
(Todo esto después de los escándalos por las declaraciones de la mujer de Pujol y del líder de ERC, Heriberto Barrera, abiertamente xenófobas, que han resuelto con... más catalán para los inmigrantes extranjeros y una campaña para no hablarles en español a estos. Intentan volverles lo más anónimos posible para frenar el gigantesco racismo latente).
Por cierto que sin esa inmigración regional la población vasca y catalana sería hoy una tercera parte de la que es.
Pero la estrategia de integración no sólo no dificulta el mantenimiento de la diferenciación y marginación sino que introduce otro elemento contradictorio que la prolonga, dificultando cualquier tipo de integración: los “conversos”, que son considerados progresivamente sospechosos e inferiores, ya que la dinámica de marginación no puede detenerse. Es otra marginación, más duradera.
La paranoia totalitaria de Stalin, en su última etapa, ya se había enfocado hacia una cruda campaña racista de tipo antisemita como último “enemigo oculto”.
La constante y burda insistencia y tergiversación de la propaganda nacionalista es muy efectiva si domina social y políticamente, como en el Estado autonómico, ya que genera un efecto de autonegación en los miembros de la “comunidad enemiga”.
En la Alemania previa al hitlerismo existió una organización judía, (“Verband deutschnationaler Juden” -Asociación Judía Nacional Alemana-), dirigida por Max Naumann, que aceptaba las tesis de Hitler y le apoyaba electoralmente. En todo grupo presionado los acomplejados y los colaboracionistas crecen. La resistencia siempre es obra de minorías.
Hay que resaltar tres consideraciones básicas en el ámbito de las ciencias humanas: la importancia del discurso mítico y el simbolismo en antropología, sociología y psicología, el papel de la interpretación sobre el del análisis, y el carácter de sistema simbólico por naturaleza del lenguaje.
La clave de la manipulación no es sólo el elemento mítico usado por el nacionalismo, del que tanto se ha dicho, sino la implantación en la sociedad del lenguaje de grupo, de partido, de hecho una jerga pandillera, sectaria, destinada a eliminar la personalidad individual, encubriendo censuras, tendencias e ideología.
Los nombres supuestamente nacionales, los toponímicos, las raíces inventadas, forman parte de todo imaginario nacionalista, destinado a crear una “comunidad” y dotar de una personalidad a gentes que, precisamente por no tenerla, necesitan adquirirla, y cuanto más fantástica mejor.
El caso de la lengua catalana actual, obsesionada con traducir ortográficamente a su fonética de ignorancia y aldeanismo todo lo que no sea de su ámbito, es producto de su creación por los intelectuales nacionalistas del siglo XIX como mezcla de normas escritas francesas y arcaísmos españoles fundamentalmente. Los esfuerzos para no admitir ninguna palabra española resultan a veces esperpénticos y antinormativos (el caso de la palabra “barco”) tanto en la enseñanza como en los medios de comunicación.
A ello no es ajeno el alud de emigración francesa de los siglos XVI-XVIII, que se asentó permanentemente sobre todo en Cataluña y Valencia, constituyendo en algunas localidades de la provincia de Barcelona el 15 % de la población.
“Una profesora de la URV de Tarragona denuncia represalias por pedir copias en 'castellano' de las pruebas de selectividad. La universidad aparta al docente de la corrección de exámenes”.
“Un alcalde de CyU retira una guía por estar en 'castellano' y catalán. El edil de Masnou alega que vulnera el uso de la ‘lengua propia’”.
“Padres de alumnos de Hospitalet del Infante, Salou y Premiá de Mar retiran a sus hijos del colegio por negarles la enseñanza en 'castellano'... Han recibido insultos y amenazas”.
“El decano de Políticas dice que la Universidad Autónoma de Barcelona margina el 'castellano'”.
El resultado es el peor nivel de enseñanza de toda España:
“Cataluña rechaza una nueva evaluación sobre sus alumnos. En el último informe del MEC, los catalanes estaban a la cola, especialmente en comprensión lectora y reglas lingüísticas... Un 77% de los alumnos de 16 años tiene dificultades para interpretar ideas secundarias o para reconocer el doble sentido y el sentido figurado de algunos textos”.
El empobrecimiento absoluto del ámbito cultural es brutal. El informe de la Real Academia de Historia sobre los libros de enseñanza autonómica en junio de 2000 ejemplifica la manipulación abierta y la mentira de los contenidos con significación política tendenciosa:
“... se encuentra segmentación, ocultamiento, parcialidad, falseamiento, tergiversación, manipulación mitológica e ideologización exclusiva”... “La Historia que se enseña es de contenido parcial y tendencioso, inspirado en ideas nacionalistas favorecedoras del racismo y la exclusión de cuanto signifique lazos comunes”.
Como ejemplos valgan estos:
“El Ebro es un río catalán que nace en tierras extrañas y desemboca en Tortosa”. “Durante los años 50 y 60 hay una inmigración gitana de población procedente de Andalucía”.
Junto a ellos, consignas políticas independentistas, ridiculizaciones del “enemigo”, identificaciones de su lengua con el “fascismo”, insinuaciones racistas...
“El diputado del PP Fernández Deu lanzó una demoledora crítica sobre la intensa y sutil manipulación partidista que realizan las emisoras de la Generalidad. La instrumentalización política ni siquiera ‘obedece a una consigna explícita, pero existe’. Las mayores manipulaciones se producen en los programas de ficción y entretenimiento. ‘Es en estos espacios donde se puede encontrar la mayor carga ideológica. Allí hay esteriotipos de personajes o de una determinada manera de hablar, de vestir o un tono burlesco cuando se habla de ciertas cosas o personas’”.
“La utilización política de la TV vasca (ETB) al servicio de la causa nacionalista alcanza ribetes de escándalo. Al margen de ser un coto privado del PNV, la cadena se caracteriza por emitir, de forma escasamente subliminal, mensajes en contra de las instituciones del Estado e informaciones favorables a las tesis de grupos cercanos a EH-HB y ETA”.
Algo que cae en el esperpento es la insistencia de TV3 (la autonómica catalana, que ha sido declarada por organismos europeos de análisis comunicacionales como la segunda más manipuladora, detrás de una escocesa) en emitir apolilladas series de los años 60 y 70, en su día vistas en TVE, con la intención de borrar el recuerdo de su emisión en idioma español y superponer la del catalán.
En los aspectos económicos se sigue la pauta: tenemos que pagar nuestra propia represión y explotación.
“Cataluña será la comunidad más favorecida por la inversión del Gobierno en el 2002”, “Cataluña es la comunidad más endeudada”, “El País Vasco y Navarra disponen de entre el doble y el triple de dinero que el resto de las comunidades”. “BBVA y La Caja de Pensiones de Barcelona liderarán el accionariado del grupo eléctrico”.
En el caso vasco, nos encontramos con una lengua rural de amplia dispersión dialectal, de valle a valle, de pueblo a pueblo incluso, sin presencia urbana que aporte una norma, con una gran debilidad de tradición escrita y fuertemente mediatizada por su uso como barrera a la penetración de ideas liberales por parte de un clero carlista, muy reaccionario.
Ello a mediados del siglo XIX y con el inconveniente de no contar con gramáticas, métodos de enseñanza ni diccionarios. Y en este contexto los intelectuales y divulgadores nacionalistas estructuran la tesis del vasco como raza y lengua aborígenes, ancestrales, de la península ibérica, como lo original y por lo tanto, puro y distinto.
Para ello utilizarán cualquier arcaísmo lingüístico como válido, y en el caso de Arana, lo inventarán. De hecho lo que crean es una jerga, un léxico especial que no puede extenderse a todas las partes de un conjunto determinado:
“Ikurriña” no quiere decir bandera, “lehendakari” no es presidente, ni “ertzantza” es policía. Sólo puede aplicarse con el adjetivo –vasco-, sin traducirlo. Es decir, una jerga: “Euzkadi” quiere decir, literalmente, bosque de “euzkos”¿?. “Kepa” (Pedro) fue sacado por Arana del antiguo arameo de Palestina, en sustitución del antiguo “Peru”. “Ikurriña” viene de “lectura” (“ikurri”) como “significado”. Invenciones de los intelectuales-políticos nacionalistas como Arana, de finales del XIX.
Arana incluso inventa la bandera y el nombre del país, así como los catalanistas se apropian de la antigua bandera aragonesa, inventando una leyenda totalmente falsa.
Lo que se enseña en sus escuelas son idiomas inventados que jamás se hablaron así en el pasado, en abierta contradicción con las características de un idioma forjado naturalmente a través del tiempo, tal y como lo define F. Saussure (“Curso de Lingüística General”):
“Las lenguas son instituciones que, precisamente por su carácter profundamente arbitrario, sólo pueden cambiar lentamente, por causas naturales, esto es, históricas”... “Su naturaleza histórica asegura su fijeza y su carácter supraindividual las pone a salvo de las decisiones particulares de cambio”.
En resumen, marcar el territorio y definir sus parámetros “culturales”, especialmente la lengua y todo lo que con ella se puede nombrar y definir, se muestra como la principal labor del nacionalismo. El nacionalista no es un tradicionalista, es un inventor revolucionario, como ya lo definió el analista del nacionalismo y antropólogo Ernst Gellner (“Naciones y nacionalismo”).
La lengua se transforma en una ideología y contamina todo lo que toca. Toda esa cultura inventada pertenece al nacionalismo y los que la consumen también lo hacen de su ideología política.
Esa artificialidad de las lenguas creadas por los nacionalismos genera una interpretación radicalizada de la teoría de la relatividad lingüística formulada por E. Sapir y B.L. Whorf (“Lenguaje, pensamiento y realidad”):
Si una de las principales funciones del lenguaje es la de organizar y clasificar el mundo, y la realidad se construye de modo inconsciente sobre la estructura de cada lenguaje, con lo que las diversas comunidades lingüísticas no sólo categorizan de forma distinta el mundo, que es igual para todos, sino que habitan en mundos distintos, entonces el mundo del nacionalismo es falso porque su lenguaje y pensamiento son creaciones artificiales.
“Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo” ("Tratado Lógico-Filosófico" L. Wittgenstein).
Evidentemente, el relativismo lingüístico es tributario del idealismo de Husserl y Vossler, que identificaban lengua con nación y pensamiento. También nuestro Ortega y Gasset destacó la importancia del idioma en el pensamiento, y Unamuno exhortó a pensar la lengua en que pensamos.
Pero es con la teoría del relativismo lingüístico con el que esta corriente de pensamiento adquiere tal categoría y deviene concepción del mundo y de la visión humana. Y las consecuencias en el actual contexto político-cultural son fundamentales. Porque no será sólo la estructura de un idioma la que condicionará (en diverso grado) el pensamiento con el que se expresa, sino su génesis.
Los procesos de ingeniería social y cultural a los que son sometidos dialectillos diversos (con sus aberraciones e invenciones filológicas) y las psicologías de sus poblaciones, son determinantes en la configuración de esa sociedad, como lo fueron en la Alemania nazi o en la Rusia estalinista.
No sólo en la conformación de la estructura y legitimación del Estado que generen, sino en la de su población. Una masa ciega fanatizada, con una cultura de ghetto y una mentalidad fascista, sin posibilidades de sustraerse al lavado de cerebro del poder que la domina. Una sociedad cerrada con el espíritu de una banda de linchamiento, aunque empleando conceptos e imágenes aceptables, vaciándolos de contenido en la práctica, tal y como hiciera Hitler en los primeros años de su gobierno.
No es casualidad que los nacionalismos hayan escogido el idioma como medio principal de arraigo de sus mentiras. La lengua es un medio natural del que nadie puede prescindir en la vida cotidiana, y los nacionalismos han logrado subvertirla artificialmente para convertirla en el principal medio de control y legitimación.
En esa cotidianidad, y a través de su población afín o colaboracionista, el nacionalismo instala sus manejos y su poder. La escisión brutal de la sociedad en dos, amos y esclavos, ellos y nosotros, que nadie se atreve a cuestionar y que se alimenta del odio y la envidia a partes iguales.
Y no sólo el idioma está viciado por sus orígenes en la manipulación y la mentira sino que todos los elementos culturales tocados por el nacionalismo o generados por él resultan imposibles de recuperar.
Ese fue el gran error del franquismo y del “regionalismo cultural” tradicionalista que creó a mediados de la década de los años 60: pensar que esos elementos culturales no tenían la capacidad de transformarse en oposición a la existencia de la nación y la cultura españolas. Ya entonces los nacionalistas disgregadores se encontraban emboscados en la “cultura”.
Su principal consecuencia será la imposibilidad de tratar a esa población bajo parámetros de comportamiento (personal y político) similares a los del pasado, como población leal, ya que una vez caen bajo el veneno de las mentiras e invenciones nacionalistas, mutan en otra nueva comunidad, forjada bajo esas premisas.
No es recuperable, al menos en la actual etapa histórica, y sin proyectar sobre ellos un proceso de depuración de responsabilidades por colaboracionismo, lo que no hicieron los aliados en la Alemania post-nazi.
No cometamos el mismo error que los judíos de entonces, creyendo que no les marginarían realmente y les aceptarían por ser “patriotas” o “conservadores”. Los nacionalistas disgregadores son lo contrario a nosotros. Si ellos existen, nosotros no.
Y otro punto importante: actuemos sin escrúpulos. Porque todos y cada uno de ellos se están aprovechando (como siempre) económica y socialmente de nuestra situación de opresión y marginación y de la destrucción de España como nación, pueblo y cultura. Por no hablar de la arrogancia con que cubren su complejo de inferioridad congénito, producto de su carácter de palurdos envidiosos, y de la que somos víctimas constantes.
Y volvemos a Unamuno, él definió la solución (al problema que ha representado la existencia o la definición de España para los españoles a lo largo de su Historia) como defensa de la Españolidad. Se puede ser español sin haber nacido ni criado en España, y se puede no serlo habiendo nacido aquí. Una postura vitalista paralela a la de Ganivet u Ortega. No nos queda más remedio que afrontarlo de esta manera: ser Español es una decisión y una conciencia
La inventada lengua catalana, dadas las motivaciones políticas de su creación, abocará al que la usa a la artificialidad, la impostura, la afectación, el complejo, el primitivismo y el agravio. Sólo los totalitarismos, entre ellos el nacionalismo, se han propuesto de modo consciente estrechar los límites del mundo y la visión de las personas hasta un punto inhumano. La anticultura.
Decía Stalin: "De todos los monopolios de que disfruta el Estado ninguno será tan crucial como su monopolio sobre la definición de las palabras. El arma esencial para el control político será el diccionario".
La poetisa soviética Anna Ajmatova afirmaba que no puede entenderse el totalitarismo sin haber sufrido el continuo lavado de cerebro de la radio soviética, omnipresente en calles y edificios, apuntalando la represión de todo pensamiento libre. El propio disidente Andrei Sajarov contó haber tardado años en romper la hipnosis verbal del régimen y la figura de Stalin.
La palabra como parálisis, el discurso como proceso de ingeniería social, de manipulación. Entendámoslo de una vez, los nacionalistas son letales. Negarles es básico. Negar sus características porque son mentira. Ellos o nosotros. No hay nada más.
La primera regla de la manipulación es no matizar el lenguaje, de este modo se pervierte el concepto y sus derivados, se transforma en una consigna y queda vaciado de su significado real.
Deberá utilizar para ello términos clave, palabras transformadas en fetiches, en ídolos con carga simbólica muy elevada.
Sperber ya definió lo simbólico como un dispositivo de conocimiento que actúa cuando el dispositivo conceptualizador resulta insatisfactorio.
El tipo de discurso será entonces de halago, de eliminación del sentido crítico, una ceremonia donde se celebre el “nosotros” y se demonice el “ellos”. Exactamente el tipo de discurso que ha sido definido como nacionalista, en un proceso de apropiación de las características del discurso religioso. Finalmente ello conlleva un control del lenguaje que elimine al resto de discursos presentes en la sociedad. Implica un totalitarismo de lo “políticamente correcto”.
“CDC cree que la escuela debe inducir a los alumnos a identificarse con Cataluña y que la calidad educativa implica la ‘catalanización real y la asunción de valores de identidad, como la lengua, la cultura, las tradiciones, las costumbres y la forma de ser y de hacer’”.
Pero los demás españoles no tienen derecho a ello:
“El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña sentencia que es legal la rotulación de los juzgados sólo en catalán. Alega que en la Constitución los derechos lingüísticos no son fundamentales”.
(¿Si los derechos lingüísticos no son fundamentales porqué están recogidos en los Estatutos de Autonomía?).
Así que en Barcelona existe una Escuela Italiana, un Instituto Francés y varios colegios en inglés, incluso colegios árabes en zonas de inmigración elevada de la provincia, pero está prohibido por ley uno en español... en la propia España.
Este es el tipo de discurso que los nacionalismos disgregadores han implantado en España. Sus resultados están a la vista: censura, control, auto-represión, sumisión política, discriminación cultural...
“La Comisión contra el Racismo y la Intolerancia del Consejo de Europa denuncia la discriminación del español en centros vascos y catalanes”.
“Un informe oficial norteamericano sobre los derechos humanos cuestiona la política social y lingüística de Pujol... Cita las polémicas cuotas de catalán impuestas por decreto a las grandes productoras cinematográficas y el proceso de renovación de licencias radiofónicas de concesión de la Generalidad, donde se exigían cuotas de catalán hasta en las canciones”.
“El Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo denuncia la discriminación del 'castellano' en Cataluña”.
“La Real Academia Española propone que se estipule la doble rotulación de los topónimos, la imposición de una programación mínima en 'castellano' en las emisoras privadas, la obligatoriedad en los planes de estudios de las disciplinas escolares que afectan a España como nación y la determinación de situaciones en que deba utilizarse el 'castellano' en actividades ciudadanas”.
El nacionalismo inventa una comunidad imaginada, que debe considerar perdida anteriormente para poder justificar su reconstrucción, en un proceso descrito por Sigmund Freud como psicopático. El discurso que utilice será, por lo tanto, impermeable a la razón o a la verdad histórica.
Su lenguaje está además sometido a la necesidad política de utilizar varios registros, un doble lenguaje que oculta como respetables los métodos y metas más impresentables.
Hitler invocaba el “derecho a la autodeterminación” de las minorías alemanas residentes en los países vecinos que invadía. Del mismo modo frases como “la alternativa democrática” etarra, la “normalización lingüística” pujolista y su “asimetría” (desigualdad) legal suponen una fuerte carga de cinismo y culpabilidad que se refleja en cierto carácter dicotómico del nacionalista: el victimismo del verdugo. (Así, el hijo del mecenas de Hitler y su primer secretario de prensa extranjera, Ernst Hanfstaengl, militante nazi, el día en el que Hitler es nombrado canciller, comunicará emocionado la victoria a su amigo Kurt... de origen judío).
“El Gobierno vasco estudia querellarse contra los autores del informe de la Real Academia de Historia”.
“El presidente del Parlamento catalán considera ‘una infamia’ decir que se persigue al 'castellano'”.
“Pujol acusa a Aznar de romper la Constitución al minimizar el catalán por el aumento de clases de 'castellano'”.
“El PNV critica al Estado por no censurar el reportaje de El Mundo TV sobre la situación represiva en el País Vasco. El PP (¿?) cree que no soporta que el resto de España conozca la falta de libertad en el País Vasco”.
Quien viva en las tierras de todo el Norte entiende esto, se calla lo que es omnipresente y asfixiante, como ocurre en todos los totalitarismos: “De lo que no se puede hablar, mejor callar”, tal y como dijo el filósofo analítico del lenguaje, Ludwig Wittgenstein. La falsedad del nacionalismo va acompañada de su opresiva realidad. La reacción de la víctima es también igual en todas las latitudes y épocas: incomprensión, confusión, retraimiento, negación o exilio... silencio.
200.000 ciudadanos se han auto-exiliado de Vasconia, y 14.000 profesores de Cataluña.
“Está el de la maleta, el del que no vuelve, pero hay otro mucho más terrible: el de quien se queda... pagando peaje. Callándose. Se exilian así profesores de Universidad que deciden que la cosa no va con ellos... Se exilian periodistas políticos que piden un traslado a la sección de deportes... Se exilian quienes dejan hasta de leer la prensa, y se exilian, finalmente, quienes, para que sus hijos no sufran tanto como ellos los mandan a una ‘ikastola’ y les ponen una ‘ikurriña’ en la habitación” ( Pablo Mosquera, secretario general de Unidad Alavesa).
Esa contradicción entre el comportamiento privado y el social que provoca la actividad del nacionalismo queda ejemplificada en la figura del “klonkie” en la sociedad racista sudafricana, el compañero negro que todo niño blanco sudafricano podía tener de compañero de juegos... hasta que llegaba a la mayoría de edad y se le enseñaba el valor social del color de la piel.
La meta del nazismo fue cínicamente definida como “un nuevo orden en las relaciones entre comunidades” (“eine neue Ordnung der ethnographischen Verhältnisse”). Un término tan esperpéntico como el “somos 6 millones” pujolista de los años 70 destinado a neutralizar a los españoles leales antes de empezar a marginarles socialmente.
Exactamente igual que la fórmula “normalización lingüística” que entroniza la práctica prohibición del idioma español a través de normas técnicas (“atención personalizada en la enseñanza para quien lo solicite”) que vulneran la Constitución y todas las leyes nacionales y derechos civiles internacionales, con la colaboración del resto de los partidos políticos.
Si en el caso vasco comenzó siendo una propuesta de segregación “racial” al estilo nazi, hoy fluctúa hacia la estrategia de integración forzosa en el racismo cultural representado por la sumisión a la lengua, cultura y marginaciones políticas promovidas por el nacionalismo, al estilo catalán.
Pero no puede obviar la construcción del enfrentamiento con el “Otro”. Todas las actuaciones con las que el nacionalismo cubre los diversos aspectos de la sociedad y las instituciones, políticos o culturales, están destinadas a crear el sentimiento de población separada y a aplicar al resto la marginación y la sumisión.
“Frente al discurso oficial de la ‘normalidad’, las experiencias de aquellos profesores que se significan con posiciones contrarias a las nacionalistas denotan un clima de persecución difícilmente superable”.
“El reglamento de la Federación Catalana de Atletismo discrimina a los atletas de otras comunidades autónomas, al verse privados de puntuar en la clasificación del campeonato de cross del próximo domingo”.
“Catorce mil personas denuncian la discriminación del castellano en un manifiesto presentado en Barcelona... ‘A pesar de la mal llamada normalización, el carácter perverso del proyecto lingüístico tendría un alcance limitado si no fuera acompañado por una estrategia de ingeniería social orientada a cambiar la personalidad de las gentes’”.
“Incendian la caseta de la Asociación Andaluza de la feria de Ripoll”.
Las instrucciones dadas por Himmler a la Kripo (Policía Criminal) el 4 de abril de 1938 definían como asocial a todo aquel “que con su comportamiento hostil a la comunidad nacional, aunque no sea delictivo, demuestra que no desea integrarse en la comunidad nacional” (“Als asozial gilt, wer durch gemeinschafswidriges, wenn auch nicht verbrecherisches, Verhalten zeigt, dass er sich nicht in die Gemeinschaft einfügen will”).
Esa marginación social es la practicada en todo lugar donde los nacionalismos y localismos diversos gobiernan. En este proceso, la colaboración de la población es la medida del éxito del proceso. No se cansa la propaganda nacionalista de recalcar la importancia de ejercer el nacionalismo en la vida cotidiana y practicar la segregación y las medidas coactivas:
"Por otra parte, ese camino del odio al maketismo es mucho más directo y seguro que el que llevan los que se dicen amantes de los Fueros, pero no sienten rencor hacia el invasor" (Sabino Arana, “Bizkaitarra” (1893-1895), nº 4).
En la reunión del 12 de noviembre de 1938, después del progromo de la “Noche de los Cristales”, el jefe de seguridad de las SS, Reinhard Heydrich propuso la creación de un ghetto invisible, exteriorizado en la estrella amarilla cosida en la ropa y vigilado por “el ojo atento de toda la población” (“das wachsame Auge der gesamten Bevölkerung”).
Esta movilización se da a través de la infiltración y el control en todos los medios: de comunicación, familia, instituciones, asociaciones civiles, escuela. El nacionalista no tiene hijos, ni amigos, ni familia, sólo militantes en el camino de la “nacionalización” absoluta, la construcción de su asfixiante sociedad totalitaria.
“Los padres amparan la lucha callejera. La mitad de los detenidos en incidentes callejeros del País Vasco dice que sus padres justifican su implicación en ellos. Un 61% ha sufrido algún fracaso escolar, un 60% es de clase baja, un 90% aseguran ser consumidores habituales de algún tipo de drogas, el 95% de los padres militan en partidos nacionalistas”.
“Destaca su nula formación política, la ignorancia sobre la historia y los postulados de su propia organización y su odio visceral a cualquier cosa que haga referencia a España”.
El proceso de consolidación (“coordinación”: “gleichschaltung”) en Alemania duró de 1933 a 1938 y el comienzo de la guerra en 1940 supuso el estallido de la segregación organizada. En nuestro Norte ese periodo va de 1977 a 1992 y el 1940 es el presente año 2003, en el que la obligación lingüística ya llega a lo personal.
Y no nos engañemos creyendo que este proceso no puede darse; ya se ha dado en Yugoslavia y en las antiguas repúblicas soviéticas. Están desmembrando las naciones europeas a mayor gloria de las potencias imperiales: la Gran Alemania del Cuarto Reich, y las pretensiones de Francia, con la colaboración de las manipulaciones políticas de todos los partidos, de la extrema derecha a la extrema izquierda.
Los corsos y bretones en Francia, la Liga Norte en Italia, los escoceses en Gran Bretaña, Croacia y Chechenia... se está entregando el poder a las violentas mafias nacionalistas que instauran verdaderas dictaduras “silenciosas”. Es un alarde de política mercantilista con una absoluta ausencia de sentido de Nación, Pueblo y Estado.
El Holocausto, la Shoa, la desaparición de un pueblo a manos de fanáticos nacionalistas alemanes, fue precedido de un periodo de humillación y segregación. Es el mismo que estamos viviendo.