Chiki-Chiki
La
irrupción del “Chiki-Chiki”, no ya como horterada veraniega,
himno de programa de frivolidades o politono telefónico, sino como
participante de eso tan periclitado llamado Eurovisión,
ha supuesto la cima de una degradación tanto de los medios de comunicación,
incapaces de hacer frente a la oleada de participación
freakie en la votación, como de ese público que banaliza
y vende su propia identidad social.
Un
concurso periclitado por su contenido y por sus formas, convertido en puro
negocio publicitario. Al encajonamiento en un modelo de canción de
pop-light, de estribillo pegadizo y facilón, hay que añadir
como handicap la aparición de numerosas canciones e intérpretes
de los “nuevos países europeos” del Este que parecen competir
en un alegre compadreo y escalada de “freakismo” que venimos sufriendo
desde el año 2005 especialmente.
Es sin duda una nueva situación musical (tan degradante como el madonnismo en su época) que se ha insertado rápidamente en la decadencia general del medio, tan unido a su comercialización exasperada y a la constante creación de “nuevas tendencias” y áreas totalmente inventadas, que en nada tienen que envidiar a la destrucción del arte y la emergencia de una crítica especializada en las sucesivas aberraciones y picarescas aparecidas desde hace ya un tercio de siglo (de la “pobreza” al “pánico”).
Pero el “Chiki-Chiki” patrio no se genera en este ámbito. Sus orígenes están en el entramado del “humor catalán” y sus intencionalidades políticas. Injerencias del mundo nacionalista que en las calles ya existían hace tiempo. Recordemos la insistencia en la disolución (¡!) del Ministerio de Cultura para sustituirlo por las más “auténticas” e “históricas” “Consejerías” de Culturillas locales.
Previamente
se habían dado presiones en los nombramientos de Miss
España, fundamentalmente por parte del PNV,
con éxito, y algún intento fracasado de los catalanistas en
programas-concurso como “Gran Hermano”
o “Supervivientes”. Fracasó
por el propio personal participante.
Con
la segunda edición de “Operación
Triunfo” (un programa de éxito inesperado cuya primera
ganadora obtuvo la victoria y el reconocimiento debido a sus limitaciones
físicas y esfuerzo por superarlas), llegó la oportunidad a través
de la concursante catalana Beth.
Esta chica había cantado previamente en grupos de pueblo, y cuando le hicieron la pregunta de rigor, al llegar a la final, que conllevaba participar en Eurovisión como representante nacional española (como el año anterior lo fue Rosa), reponde con ambigüedad y desinterés expreso, con un no es mi prioridad.
Puro
y duro contraste con otra de las tres candidatas, la nacida en el País
Vasco, Ainoa, pero que no hablaba vasco, según informaron personas
de su círculo de amistades, y que se mostró
entusiasta de ser la representante española. Ante tamaño
escarnio, los patrioterillos de HB, por boca de su jefe, la máscara
sonriente y sangrienta de Otegi, afirmaron que todo era una burda maniobra
españolista para demostrar, vía Eurovisión, que los vascos
eran españoles. La polémica estaba servida. Pero la chica, que
además era un simple repartidora de pizzería, hija de “emigrantes
maketos”, en contraste con la “profesional” Beth
y su muy catalán acento, se reafirma en lo dicho y le añade
orgullo.
Desde ese momento convergieron las presiones (explícitas o implícitas) políticas con los intereses de diversos sectores. Hay que tener en cuenta quie la productora era la Gestmusic de los integrantes del grupo musical-fiestero-catalanista (“en Cataluña sólo cantamos en catalán”) de “La Trinca”. Para más inri, la conductora del programa encargada de animar la candidatura española era la cantante Nina, presente en las listas electorales de CyU.
No les resultó difícil sortear los sinsabores políticos de la elección popular de la novasquista chica: como se votaba a la canción, ya que cada candidato interpretaba una distinta (a diferencia del caso de Rosa, en que se escogió la ganadora y la canción después), bastó con darle la ostensiblemente mejor, o más adecuada, más festivalera, a Beth.
Hasta
aquí los antecedentes del Chiki-Chiki.
Este nació como una de las múltiples parodias de prototipos
populares (“chelis” se diría
antes) del programa de Andrés Buenafuente.
Siguiendo la estela de sus anteriores programas en Cataluña (y en catalán),
este individuo utiliza estas figuras para ridiculizar,
caricaturizar y atacar a la población española y a España
como nación.
Este confeso independentista está muy en la línea de la TV nacionalista, TV3, de criticar y burlarse de todo lo español, presente y pasado, político o cultural, pero siempre como confrontación de “lo nuestro y lo de ellos”, con nula autocrítica de lo propio, real o inventado. Todo lo contrario de nosotros, capaces de reirnos de nosotros mismos y hasta de menospreciar nuestra valía. Eso se llama grandeza, y lo otro palurdez profunda.
Accionista de la productora “El Terrat” (“La Azotea”), como otros muchos nacionalistas intentó sin éxito saltar a una TV de ámbito nacional (es decir, español) dos veces, y en la tercera lo logró (Antena3), para morder luego la mano de los que le alimentan, y burlarse de ellos y criticarles en los medios locales.
Ahora
hace el mismo autodenominado “humor inteligente”
(¿?) en LaSexta, con mejor sueldo
y menos público, tan tendencioso como siempre y ausente de autocrítica
política en su totalidad, con el mismo tipo de “colaboradores”,
alguno de los cuáles estuvo con el otro manipulador, Javier
Sardá, en su “Crónicas
Marcianas”, o en el del delfín Manuel
Fuentes, ahora en el infame CQC, y
aún más disolvente en el plano sociológico, que es su
verdadera meta.
El
Chiki-Chiki surge en el campo de estos
“colaboradores” (como el “Neng”),
más freakies aún que los que imitan o parodian, en concreto
de uno significativamente llamado “el gilipollas”,
y que compuso la canción con dos más en 20 minutos para un sólo
programa. El presentarlo a concurso forma parte de
ese ataque, de ese odio cínico y ciego hacia todo lo que huela a español,
como forma de chanza y zancadilla. Y como en este tipo de consultas
(y vistos los resultados electorales, en las otras también) los que
priman son los chavales y el cachondeo, al dar TVE
la elección a los votos externos (para sacar buenos ingresos de los
dichosos sms) pasó lo que pasó.
El Chiki-Chiki navega en esa colonización de los medios por parte de figurines aparentemente banales pero en realidad cargas de profundidad políticas, totalmente bajo la batuta del catalanismo político y sus campañas de difamación y desinformación consecutivas. No es inocente.
Nos debe mover también a reflexionar sobre la incidencia en el sistema democrático de la decadencia de la calidad de la participación ciudadana debido a la irrupción en él de las masas integradas en la sociedad de la información pero en sus aspectos más banales y bajos, y sobre todo de la transparencia y aceptación de la corrupción y suciedad del mundo político.
La burla se ha coronado reina. La banalización y el absoluto relativismo (con lo de los demás) ha cedido el terreno al arma arrojadiza y el insulto soez.
Ahora bien, nosotros repetimos una consigna:
“¿te ries de España?, nosotros de tu puta madre”.
MAYO 2008